viernes, 6 de noviembre de 2009

C A P I T U L O III


LA PAFICICACION



- La euforia del triunfo
- La fundación de Loja
- El Demonio de los Andes
- Rebelión de Trujillo y rebelión de los esclavos
- Gonzalo Pizarro en Piura
- Cuando el Perú pudo ser un reino
- El Pacificador
- Las primeras deserciones.
- La misión Paniagua
- La escuadra de Aldana en Tumbes
- La Gasca en Tumbes
- Los correos de La Gasca
- Mercadillo en Catacaos
- Hazañas del capitán Cárdenas
- La Gasca en Piura
- Derrota de Gonzalo Pizarro
- Triste fin de Martinillo
- Nuevos repartimientos
- Real Audiencia confirma a indios en sus tierras
- Fundación de Zamora
- Expedición a Bracamoros – Fundación de Jaén
- Dura legislación para esclavos
- Partida de La Gasca y llegada del segundo virrey
- Rebelión en Piura
- El virrey casamentero.


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LA EUFORIA DEL TRIUNFO

Gonzalo Pizarro hizo celebrar su triunfo en Quito con grandes fiestas. Se cometieron muchos actos censurables contra los vencidos y las represalias estuvieron a la orden del día, pero el baño de sangre terminó y la generosidad se hizo nuevamente presente, como resultado de la satisfacción general de los vencedores. Fue así como se le perdonó la vida a Sebastián Benalcázar, a Hernando Girón y al capitán Montemayor. Luego se enviaron mensajeros y pregoneros a diversos lugares del país para dar a conocer el triunfo de la causa del rebelde.
En San Miguel, los pizarristas recibieron la noticia con grandes demostraciones de júbilo, lo cual fue una razón de zozobra y temor entre los elementos leales, que ya se habían visto aterrorizados con la visita del Demonio de los Andes, el capitán Francisco de Carvajal.
El P. Jedoko Ricke aconsejó a Gonzalo que se hiciera coronar rey del Perú y se ofreció a ir a Roma para lograr el consentimiento del Papa y en ese propósito hasta se llegó a designar a Sebastián de los Ríos, para que formara parte de los comisionados. También el oidor Cepeda (representante del rey de España) insistía en lo mismo, pero Gonzalo tras de algunas dudas iniciales y de halagarle la idea, terminó por rechazar las sugerencias y reafirmar su lealtad al Rey
Si Gonzalo hubiera avizorado su destino trágico, posiblemente habría aceptado la corona y quizá el Perú hubiera sido desde ese entonces un reino independiente, cambiando las rutas de la historia. Indudablemente que muy poco hubieran podido hacer el rey de España desde su país, para subyugar al nuevo reino, y más bien pudo constituir un ejemplo a seguir por otros gobernantes españoles de América.
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LA FUNDACIÓN DE LOJA

Gonzalo Pizarro en su condición de capitán general del Perú (ya no se llamaba Nueva Castilla al territorio), dispuso que uno de sus capitanes Alonso de Mercadillo, fundase una ciudad en una zona en donde se había encontrado oro.. Se buscaba además crear una barrera a los ataques de los indios de Chaparra y Carachubamba, que amagaban el camino real de los incas. Se eligió inicialmente un lugar denominado La Zarza y se asignaron 100 soldados, que debían avecinarse en el lugar, habiéndose repartido 20 encomiendas.
El Inca Garcuilaso de la Vega, en su Historia General del Perú, dice que Gonzalo “llegando a la ciudad de San Miguel, supo que en los términos della habían muchos indios de guerra, envió a la conquista dellos al capitán Mercadillo con ciento treinta hombres, el cual pobló la ciudad que hoy llaman Loja”.
Mercadillo dio a la ciudad el nombre de Loja, en recuerdo al lugar de su nacimiento en España
Posteriormente, el 9 de abril de 1548, por orden del Pacificador del Perú, don Pedro de la Gasca, le dio como asiento definitivo el valle de Cusibamba que etimológicamente quiere decir “llano que ríe”. Esta misión la volvió a cumplir Mercadillo.
En su fundación original, parte de los treinta encomenderos fueron de Quito y la mayoría de San Miguel. Al respecto dice Cieza de León, en “La Crónica del Perú”, lo siguiente: “los repartimientos de indios que tienen los vecinos della los tenían primero por encomienda, los que eran de Quito y San Miguel y por que los españoles que caminaban por el camino real para ir de Quito a otras partes, corrían el riesgo de los indios de Carrochamba y Chaparra”.
Cuando sólo habían pasado seis años de la fundación de San Miguel, es decir 1538, el capitán Alonso de Mercadillo se encontraba en el Cuzco, y llegó por segunda vez a esa capital, fray Vicente Valverde como obispo y también como inquisidor. Era Mercadillo un hombre díscolo y de “mala condición que tenía el vicio malísimo de jurar y perjurar por cualquier cosa”. Fue por tal motivo que Valverde le abrió causa, condenándole con leve pena por blasfemo, teniendo en cuenta de que mostró mucho arrepentimiento.
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EL DEMONIO DE LOS ANDES Y LOS 12 APÓSTOLES EN PIURA

Francisco de Carvajal no se encontró en la batalla de Iñaquito, porque en octubre de 1545 lo envió Gonzalo Pizarro de retorno al sur del Perú, para combatir a Centeno que se había sublevado una vez más, proclamando su lealtad al rey.
A los casi 80 años, inició Carvajal una larga cabalgata, con un puñado de hombres, para reconquistar a la causa rebelde el dilatado territorio del Perú.
El cruel viejo estaba deseoso de entrar en la ciudad de Piura para tomar venganza contra los vecinos y el cabildo que se había sometido al virrey, cuando el capitán Delgadillo primero, y más tarde, Blasco Núñez de Vela tomaron la ciudad.
Como se recordará, cuando Delgadillo entró, gran cantidad de vecinos partidarios de Gonzalo Pizarro habían huido, y sus pertenencias fueron saqueadas.
Carvajal llamaba a sus 12 fieles compañeros, los “doce apóstoles”, hombres tan endurecidos como su jefe.
Al conocerse la proximidad de Carvajal, cundió el pánico en San Miguel de Piura. Los regidores con el alcalde a la cabeza salieron a recibirlos, pero fueron tratados mal y amenazados con el incendio y destrucción de la ciudad. En ésta, no había en realidad fuerza alguna para defenderla de tal modo que Carvajal pudo actuar a sus anchas.
Carvajal dispuso que los regidores fueran apresados y dio las disposiciones necesarias para ser ejecutados y la ciudad saqueada. Los religiosos que estaban en la ciudad fueron a suplicar por la vida de los prisioneros, pero la única forma de aplacar a Carvajal fue el soborno. Cada condenado compró su vida en cuatro mil pesos. Si embargo no perdonó al infeliz grabador que había fabricado para el virrey un nuevo sello real. Lo hizo ahorcar.
Ricardo Palma, relata en “Comida acabada, amistad terminada” una tradición sobre la estadía de Carvajal en Piura.
Dice que salió a recibirlo el alcalde Martínez y los regidores. Que para congraciarse con el Demonio de los Andes le hicieron conocer que tenían prisionero desde hace 40 días al capitán Francisco Hurtado, vecino de Santiago de Guayaquil y adicto a la causa del virrey. Era el prisionero un hombre de 70 años que había sido compañero de Carvajal en Europa y juntos habían concurrido a la famosa batalla de Pavía en donde España derrotó a Francia. –Dice don Ricardo Palma- que Carvajal reconvino a Martínez por tener así con tan mal trato a todo un vencedor de Pavía y dispuso su libertad. Ya en Piura, Carvajal invitó a comer a Hurtado e hicieron reminiscencias de los tiempos idos, en medio de la mayor cordialidad. Al terminar la comida le hizo conocer que ya había cumplido como amigo y que ahora le tocaba cumplir como soldado de Pizarro, por cuya razón le daba tiempo para que se confesara y luego le mandó a dar garrote.
Otro de los que cayeron en poder de Carvajal, fue el tesorero Rangel, que compró su vida, por mil pesos. Más tarde Rangel huyó del ejército de Carvajal y se unió a Centeno.

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REBELIÓN DE TRUJILLO Y CAJAMARCA

Mientras Pizarro estaba en Quito, el encomendero de Cajamarca Melchor Verdugo se sublevó proclamando su fidelidad al virrey y despachó mensajeros a Centeno que estaba levantado al sur.
Verdugo avanzó a Trujillo y la tomó. Diego de Mora que era gobernador de la ciudad se encontraba en esos momentos en Quito dando apoyo a Pizarro.
Verdugo era amigo del virrey desde España y en todo momento permaneció fiel a él en el Perú.
Al conocer la proximidad de Carvajal, que ya había formado un pequeño ejército decidió dejar Trujillo y con treinta adictos y todos los caudales públicos, se embarcó rumbo a Nicaragua hasta donde trató Gonzalo Pizarro de capturar, pero infructuosamente.

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LA REBELIÓN DE LOS ESCLAVOS

En la época en que se producían las luchas entre Pizarro y el virrey, los esclavos sumaban en el Perú varios miles. Era precisamente Paita uno de los puertos por donde ingresaban estos infelices.
Cuando Gonzalo Pizarro tuvo que dejar Lima para perseguir al virrey, encomendó la ciudad a Lorenzo de Aldana como teniente gobernador de Lima, hombre de espíritu tranquilo, pero quedó como alcalde Ordinario Martín de Sicilia, un individuo ruin y sanguinario.
Los esclavos estaban prohibidos de caminar solos de noche por las calles. Al esclavo que fugaba, al ser vuelto a capturar, según disposición del cabildo de Lima, se le dislocaba un tobillo, si la ausencia era menor de seis días; si pasaba de este período se le condenaba a muerte. No podían tener vestidos de seda, ni casa propia. En Lima durante los primeros años del virreinato, ni siquiera tenían derecho a un ataúd, pues el cadáver era arrojado a los basurales (Aspectos Sociológicos y Costumbristas en el Virreinato por J. M. Valega). Cuando cometían una falta los mandaban a las panaderías en donde trabajaban bajo el látigo del jefe de la cuadrilla de amasadores de harina. Por la caza de un esclavo prófugo, vivo o muerto se pagaba entre cinco y veinticinco pesos.
En Piura se estimaba que los esclavos constituían el 25% de la población. Se les utilizaba en labores agrícolas y como domésticos. Las esclavas también servían como amas de leche.
Los españoles no tenían perjuicios de tener relaciones sexuales con indias y esclavas. No existía nada que pareciera a un aparheid sexual. A las indias, sobre todo si eran nobles llegaban a hacerlas sus esposas o cuando menos sus queridas. En cambio las esclavas servían para proporcionar un momento de fugaz placer al amo. Sin embargo el virrey Toledo fue drástico en no permitir esos abusos y llegó hacer casar a españoles con sus esclavas en Panamá.
El mestizaje fue así de muchos matices y el Perú se llenó de mulatos. Luego cuando estos se volvieron a cruzar con los negros, la cantidad de sangre morena aumentó y aparecieron los zambos.
Ha habido mulatos muy notables, siendo el más conocido nuestro santo Fray Martín de Porras.
José Manuel Sojo, el personaje central de la novela “Matalaché” de López Albújar, era hijo de uno de los nobles y adinerados señores Sojo de Cantoral, propietarios de la hacienda Sojo. Lo cierto que en este lugar del valle del Chira abundaron los mulatos que se apellidaban de la misma manera.
En Lima, los esclavos que servían en las haciendas de los alrededores, en cualquier oportunidad que encontraban huían al campo. Eran los cimarrones que vivían eternamente escondidos hasta que caían en la caza que frecuentemente se organizaban contra ellos. En 1546, aprovechando que la ciudad había quedado casi desguarnecida, y los patrones de las haciendas se habían ido a la guerra, unos 600 negros abandonaron las plantaciones y se dirigieron a la capital. Poco esfuerzo tuvo que hacer Aldana, para darles gran escarmiento, ya que los sublevados no tenían armas, ni organización, ni comando. Se dispersaron por los alrededores y mucho de ellos fueron cazados. Los restantes tuvieron que retornar a las haciendas.

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GONZALO PIZARRO EN PIURA

Gonzalo salió de Quito con muchos cientos de hombres y con ellos acampó en San Miguel de Piura.
En esta ciudad se detuvo para ver la forma de distribuir tanto soldado de su ejército, con el cual no deseaba seguir adelante. Además, muchos de ellos eran de la región y querían seguir en ella.
Fue así como dispuso que el capitán Mercadillo se dirigiera con vecinos de San Miguel, y soldados procedentes de Perú y de Quito a pacificar y colonizar la sierra próxima a Tumebamba. Es así como desde San Miguel se proyecta la fundación de Loja.
Al capitán Porcel envió con 60 soldados a la conquista de la provincia de Pacamuru.
Encargó al licenciado Benito Suárez de Carvajal, que tomase una cantidad de soldados, los embarcarse en los navíos que estaban en Paita ( que de Nicaragua había traído Juan Alonso Palomino) y partiendo, los fuera dejando de guarnición en diversos puertos, de acuerdo a una relación que le entregó. El licenciado Carvajal cumplió lo dispuesto y lo esperó Gonzalo frente a Trujillo.
Gonzalo antes había dejado Piura y con casi 300 hombres llegó a Trujillo. Ahí seleccionó a sus tropas y con 200 partió rumbo a Lima.

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CUANDO EL PERÚ PUDO SER UN REINO

No fueron Cepeda y el padre Jodoko los únicos que instaban a Gonzalo Pizarro a declarase rey del Perú. También eran de la misma opinión Bochicao, Puelles y el mismo Carvajal.
En el combate de Iñaquito, Bochicao había enarbolado una bandera que llevaba pintada una corona y debajo la palabra “Pizarro”. Sin embargo, éste pérfido individuo había tenido entre sus planes, derrotar al virrey por su propia cuenta y luego alzarse contra Pizarro para proclamarse a si mismo rey del Perú.
Gonzalo llegó a conocer este proyecto y lo disimuló, pero llegó a la conclusión que no podía confiar en tanto adulador
Pero Carvajal le hizo muy juiciosos razonamientos en Lima. Dijo el viejo soldado, que tras de combatir, derrotar y matar al virrey, de haberse levantado contra el propio rey, y haber cometido tantos daños y muertes, ya no se podría esperar el perdón del rey, ni se podrá fiar en promesas ni palabras de perdón y que no le quedaba más recurso que declararse rey; y que en lugar de esperar que la gobernación cayese en mano ajena, se ponga con la suya la corona sobre su propia cabeza, repartiendo la tierra vacante entre sus amigos y lo que el rey sólo ha otorgado por dos vidas, lo dé Pizarro a perpetuidad, con títulos de conde, marqués y duque, como los hay en todos los reinos del mundo, en forma tal que al defender esos nobles sus intereses y estados, defenderán los del nuevo rey.
Debería crear órdenes militares, con lo cual atraería a todos los que aspiran a ennoblecerse, y tendría una buena caballería.
Para atraerse a los indios, le aconsejaba que tomara por esposa a una infanta de la familia de Manco Inca, al cual enviaría una embajada a Vilcapampa para pedirle la mano de la hija y ofrecerle restituirle a su primitiva grandeza, con quien crearía una corte real, compartiendo el poder, en forma tal que el inca con el nombre de rey gobernaría a los indios y Gonzalo a los españoles, los asuntos de guerra y de las relaciones con otros pueblos.
Que eso le permitiría además disponer de todo el oro y las riquezas que los indios habían ocultado. Que no tenga temor que le digan que haría traición al rey de España por que no hay rey traidor
Que estos territorios eran del inca, señor natural de ellos y que si no se les restituyen, más derecho tendría Gonzalo a ellos que el rey de España ya que lo ganó a su costa y riesgo; que si en cambio lo restituye al inca haría lo que corresponde y que también sería hacer lo que corresponde compartir su gobierno, por que el que puede ser rey por el valor de su brazo, no debe ser siervo por flaqueza de ánimo. Que todo dependía dar el primer paso y la primera voz y que en cualquier circunstancia, si de morir se trata más valía morir como rey y no como súbdito, por que el que permite estarse mal, merece estar peor.
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EL PACIFICADOR
Al llegar a Tumbes, el virrey decide mandar enviados a España, que hicieron conocer a la corte de Carlos V, la rebelión de la Audiencia de Lima y de Gonzalo Pizarro
El emperador, había tenido que partir hacia Holanda para atender urgentes problemas, dejando frente al gobierno de España a su hijo Felipe.
Tras varias consultas, el príncipe Felipe resuelve encomendar al licenciado Pedro de la Gasca la misión de pacificar el Perú, lo cual se lo hizo conocer el 16 de agosto de 1545, en momentos en que en el Perú la lucha entre Pizarro y el virrey se desarrollaba en el departamento de Piura.
El año 1545 estalló la tan temida epidemia de viruela frente a la cual los indios no tenían defensas biológicas. Se recuerda que poco antes que Pizarro pisara tierras peruanas había estallado en el reino de Quito una epidemia de viruela que mató al Inca Huayna Capac. En esta oportunidad la epidemia mató a las dos terceras partes de los indios del hoy departamento de Piura, o sea que quedó despoblado.
La Gasca parte recién el 26 de mayo del puerto español de San Lucas, tres meses después de que se había dado la batalla de Iñaquito.
La Gasca llegaba a Panamá el 27 de julio de 1546 con el título de presidente de la Real Audiencia, pero con poderes ilimitados que superaban a los que tuvo el virrey. Como en España no se conocía aún de la muerte de Blasco Núñez de Vela, se dio poder a La Gasca para que le abriera juicio de residencia y lo remitiera a España. Así de ingratos eran los monarcas españoles, con el que a pesar todos sus defectos fue el mayor y más leal de todos sus súbditos. En ese año de 1546, el mar en Paita se retiró varios metros lo que causó zozobra entre sus moradores. Menos mal que al día siguiente sin mayor novedad volvió a la normalidad.

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LAS PRIMERAS DESERCIONES
En la misma forma en que gran cantidad de capitanes traicionaron al virrey para pasarse al bando de Pizarro, así también abandonaron a éste para unirse a La Gasca.
Gonzalo Pizarro había logrado dominar desde Panamá hasta Charcas y la escuadra al mando de Pedro Hinojosa controlaba toda la costa del Pacífico. Eran pues suyos el mar y la tierra. En Panamá sin embargo, fue el capitán Hernán Mejía el primero que se puso a las órdenes de La Gasca. Luego le siguió Hinojosa.

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LA MISIÓN DE PANIAGUA
La Gasca había traído del monarca español una carta dirigida a Gonzalo Pizarro en la cual le ordenaba se pusiera a las órdenes del Pacificador y en cierta manera lo disculpaba de su rebeldía.
La Gasca envió esa carta a Pizarro con otra suya, utilizando como correo al capitán Hernando Paniagua, emparentado con Pizarro, el que desembarcó en Paita y permaneció varios días en San Miguel, no decidiéndose a proseguir de inmediato viaje a Lima por las amenazas que recibía. Por fin partió en búsqueda de Gonzalo Pizarro y el viaje fue una verdadera odisea, habiendo estado en varias oportunidades a punto de ser muerto.
Pizarro trató al principio muy mal a Paniagua y hasta lo amenazó de ajusticiarlo, por lo cual éste fingió ser su partidario, ofreciéndole que al retornar a Panamá podía lograr que La Gasca retornase a España haciéndole creer que todo el país estaba de parte de Pizarro. Paniagua trataba cuanto antes de salir de Lima, por que consideraba su estadía en ella de mucho peligro ya que de noche los principales capitanes de Pizarro lo visitaban para hacerle conocer que eran leales al rey.
Gonzalo contestó a La Gasca con el mismo Paniagua, justificando su conducta y asegurando que nunca había sido desleal al rey y que siempre le sería leal. En la carta acusaba a Paniagua de haber perdido demasiado tiempo en Piura y retardado la entrega de la carta.
Lo cierto era que ni Pizarro ni La Gasca deseaban resolver las cosas por medios pacíficos.
Mientras tanto se habían pasado al bando de La Gasca el capitán Juan Alonso Palomino y lo mismo Lorenzo de Aldana al cual Gonzalo había despachado en una misión a España con el arzobispo Jerónimo Loayza. Otro que de inmediato se puso a la orden de La Gasca fue fray Tomás de San Martín, uno de los que se quedó en San Miguel de Tangarará cuando Francisco Pizarro marchó a Cajamarca.

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LA ESCUADRA DE ALDANA EN TUMBES
La Gasca dispuso que Lorenzo de Aldana en cuatro barcos y trescientos hombres partieran al sur para ganar toda la costa a favor del rey. En la escuadra viajaban los capitanes Hernán Mejía, Juan Alonso Palomino y Juan de Illanes
La escuadra fondeó frente a Tumbes en donde se encontraba en ese momento el capitán Bartolomé de Villalobos al que Pizarro había dejado como gobernador de San Miguel.
Los barcos estuvieron cuatro días fondeados lo cual hizo entrar en sospechas a Villalobos y tomando información envió un mensajero a Lima. El correo se detuvo en Trujillo donde estaba de gobernador Diego de Mora. Al enterarse éste de las noticias se alarmó y decidió dejar a Pizarro. Reunió toda el oro y la plata que podía y con su familia y cuarenta soldados se dirigió a Panamá para plegarse a La Gasca, pero en el camino se encontró con la escuadra de Aldana que se dirigía al Callao y se juntaron retornando a Trujillo, en donde se unieron al servicio del rey toda la zona, como Cajamarca con los capitanes Juan Porcel, Juan de Saavedra y Gómez de Alvarado.

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DEPONEN AL GOBERNADOR DE SAN MIGUEL
Bartolomé Villalobos supo que Diego de Mora había logrado reunir en Trujillo casi 300 hombres a favor del rey, por lo cual sintiéndose inseguro en San Miguel, recogió toda la gente que pudo y siguiendo la ruta de Olmos trató de ganar la sierra para llegar de esa forma a Lima para unirse a Pizarro.
Villalobos no pudo seguir adelante porque toda la sierra estaba sublevada a favor del rey, y sus tropas se le amotinaron y preso lo retornaron a San Miguel.

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LA GASCA EN TUMBES
El Pacificador La Gasca sin esperar el retorno de Paniagua, partió en varios barcos y con buena cantidad de soldados hacia el sur. En el camino encontró a Paniagua el cual le contó como gran cantidad de capitanes de Gonzalo le habían manifestado su adhesión al rey. Esto contentó a La Gasca que sin leer la carta de Gonzalo la quemó.
La Gasca había salido de Panamá el 12 de abril de 1547 y tras grandes dificultades en la navegación llegó a Tumbes en junio. Aquí el Pacificador comprendió que la causa de Pizarro estaba perdida. En Popayán nuevamente había tomado el control de la situación Benalcázar. En Quito el gobernador dejado por Pizarro había sido asesinado. En el sur del Perú una vez más Centeno se sublevaba. Un edecán de Gonzalo, el capitán Gómez de Solís se había unido a Aldana. El capitán Ponce de León, que Pizarro había enviado a Trujillo para controlar ese lugar, también se plegó a Aldana.
En Tumbes, La Gasca recibió numerosas cartas en donde le hacían conocer su adhesión, así como delegaciones de Piura, Cajamarca, Trujillo y Lima, o sea, todo el norte lo respaldaba. Ante esto se dedicó a reunir abastecimientos y logró juntar 500 soldados.
Mandó a Pedro Hinojosa a Cajamarca para reunirse a Porcel y a Pablo de Meneses encargó la escuadra para que se dirigiera al sur a unirse a Aldana.

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LOS CORREOS DE LA GASCA
Una de las tareas a la que se dedicó La Gasca, tanto en Panamá como en Piura y que dio muy buenos resultados, fue la de escribir cartas a los capitanes de Pizarro, llamándolos a la obediencia del monarca y ofreciéndoles el perdón
El escritor huancabambino Néstor Martos, se ocupa precisamente en una obra suya titulada “El Correo de La Gasca” de las peripecias que tuvo que pasar uno de los enviados del Pacificador.
Martos en su novela histórica relata que La Gasca encargó en Panamá al licenciado Gamboa, fuera portador de varias cartas dirigidas a personajes de Lima. El enviado desembarcó en Paita en 1546 despertando sospechas de los espías que el gobernador pizarrista tenía en Piura. Tomado preso, fue de inmediato llevado a Lima en donde Gonzalo Pizarro y el licenciado Cepeda tratan de que revelase los planes que tenía La Gasca, pero a todo esto Gamboa contestaba que no sabía nada. Por esta obstinación es condenado a muerte, pero poco antes de que se cumpliera la sentencia, simuló ceder a la presión de Cepeda, y ofreció a cambio de cierta suma retomar a Panamá para asesinar a La Gasca.
Gamboa se embarca a Panamá a cumplir el encargo, pero los acontecimientos políticos se suceden rápidos y Gamboa hizo naturalmente lo que hicieron otros conspicuos enviados de Gonzalo, es decir pasarse a La Gasca.
El cronista Juan Cristóbal Calvete de la Estrella, en su obra “Rebelión de Gonzalo Pizarro” en el Perú y la vida de don Pedro de la Gasca”, da una información que reproduce don Germán Leguía y Martínez en su “Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de Piura”. Expresa que La Gasca desde el tambo de Catacaos despachó al sur dos correos: uno era fray Pedro de Ulloa con dirección a Lima y el otro era un clérigo de apellido Rodríguez que envió al Cuzco.
Esta versión de la partida de Ulloa desde Catacaos no está certificada, ya que Mendiburu da otra de acuerdo a la cual el padre Ulloa se encontraba en Santa cuando aún La Gasca no había llegado al Perú, y fue mas bien Lorenzo de Aldana y Diego Mora, ya sublevados contra Pizarro, los que convencieron al padre Ulloa para que llevara cartas a Lima y lograse la adhesión de los dominicos y varias importantes personas.
Sea como fuere, lo cierto es que Gonzalo llegó a descubrir la misión de fray Pedro Ulloa, lo apresó y lo metió en una cisterna. El prior de los dominicos logró que Pizarro cambiase el castigo y autorizara el enclaustramiento de Ulloa en el convento, en donde permaneció poco tiempo porque Gonzalo tuvo que evacuar Lima.

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MERCADILLO LLEGA A LIMA
Calvete afirma que La Gasca estableció su campamento en Catacaos. Seguramente lo hizo para reunir suficiente abastecimiento para su tropa, ya que no había otro lugar mejor.
Hacia ese lugar llegó el capitán Alonso de Mercadillo, fundador de Loja, con 16 hombres a caballo y 25 soldados de pie.
La Gasca le dio el mando de la vanguardia de su ejército y con él marchó hacia Huamanga, estando presente en la acción de Jaquijahuana, comandando la derecha de las fuerzas de La Gasca que no llegaron a entrar en acción para derrotar a Gonzalo, por la deserción del ejército pizarrista
La Gasca, al fin clérigo, no se olvidó, en medio de las preocupaciones guerreras que tenía, de ejercer su apostolado en Catacaos.
Es así como - y según versión del extinto escritor cataquense Jacobo Cruz - logra con la ayuda del curaca de la región echar las bases para la construcción de un templo y la organización de las cofradías del Santísimo Sacramento, la de San Juan Bautista y la del Santo Cristo
San Juan Bautista, se convierte por ese hecho en Patrono de Catacaos, pues no sólo el templo fue puesto bajo en su advocación, sino que también la comunidad de indios que años más tarde reconoció Toledo.
Es interesante como Jacobo Cruz y su padre han hurgado en el pasado de Catacaos al igual que el Dr. Yarlequé Espinosa, y se ha podido establecer, como la tradición religiosa y la solemne celebración de la Semana Santa, arranca de siglos atrás, cuando sobre la base de diez parcialidades indígenas, algunas procedentes del valle del Chira, se conformaron las cofradías que constituyeron la Doctrina de Catacaos.
Esas diez parcialidades fueron Mec Nom, Mechatu (Mechato), Mecca-Amo (Mecamo), Almoc-tacje (Amotape), Parics Añac (Pariñas), Nari-walac (Narihualá), Muñu-Alac (Muñuela), Mecca Acheo (Mecache), Mec Len (Melén) y Marca-wilca (Marcavelica). A ellas habría que agregar otras tres ya extinguidas, a decir de Cruz Villegas.

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LAS HAZAÑAS DEL CAPITÁN CÁRDENAS
Semanas antes había llegado a San Miguel el capitán Cárdenas logrando que el cabildo se pronunciara por La Gasca. Era Cárdenas un joven capitán de noble abolengo, y uno de los pocos españoles que en esa época estaba radicado en el Perú que tenía derecho al tratamiento de Don. En todo tiempo militó en la causa del rey y cuando Blasco Núñez de Vela fue apresado en Lima, intentó dar un golpe para reponerlo pero falló, fue hecho prisionero por Pizarro pero logró huir a Huanuco en donde estuvo escondiéndose de un lugar a otro.
Cuando supo que La Gasca había llegado a Panamá, se dirigió sufriendo penalidades y riesgo a Cajamarca y de ahí pasó a Huancabamba y luego a San Miguel de Piura a la cual logró sublevar y junto con Diego de Mora poner el norte del Perú al servicio del rey. Luego se dirigió a Paita y también la sublevó. El puerto le sirvió para tomar contacto con la escuadra de Lorenzo de Aldana, a la cual dio víveres y abastecimientos.
Cárdenas sustituyó a Villalobos en el gobierno de la plaza de Piura y reunió armas organizando a los grupos y soldados dispersos que abandonaron las filas de Pizarro tanto en Lima como los provenientes de la sierra, Tumbes y Puerto Viejo.
El gobernador de Puerto Viejo, el pizarrista Manuel Estancio fue muerto por el capitán Francisco Olmos que se unió a La Gasca.
Cuando La Gasca llegó a Tumbes, Cárdenas acudió con una buena cantidad de tropa, al igual que Olmos. El Pacificador encomendó a Cárdenas el mando de una compañía de infantería y con él hizo toda la campaña contra Gonzalo Pizarro.

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LA GASCA EN PIURA
Cuando La Gasca llegó a contar con 500 soldados distribuidos entre Tumbes, la sierra, Trujillo y la armada, decide iniciar la campaña contra Gonzalo Pizarro, el cual se encontraba en la sierra y disponía de todo un ejército de mil hombres, de los cuales Carvajal con la mitad perseguía a Centeno.
Las fuerzas de La Gasca bajo el mando de Hinojosa pasaron por Piura y se internaron en las serranías de Cajamarca para unirse en Jauja a las que debían de partir de Lima.
La Gasca ingresó poco después a San Miguel de Piura en donde estuvo muy breve tiempo dejando en esta ciudad como teniente gobernador a Juan Sandoval, quien era yerno de Diego de Mora, con el cual había acudido desde Trujillo a ponerse a órdenes de La Gasca. Era Sandoval encomendero de Huanchaco y estaba casado con Florencia de Mora. Este encomendero y su esposa fueron justicieros y caritativos.
El Pacificador prosiguió su viaje a Trujillo y de ahí se internó a la sierra.

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LA DERROTA DE GONZALO PIZARRO
En octubre de 1547, Gonzalo Pizarro, logró por intermedio de Carvajal un gran triunfo en Guarina sobre Centeno, sin lograr sin embargo capturar a ese jefe realista; pero esto no varió fundamentalmente la situación ni cambió los metódicos planes de La Gasca, a cuyas filas seguían llegando los desertores de Pizarro.
Cuando ya La Gasca se sintió fuerte inició la persecución de Pizarro y el 18 de abril de 1548 ambos ejércitos estaban frente a frente en las pampas de Sacsahuana. De pronto se inició el desbande cuando el capitán Gracilaso de la Vega, padre del historiador, conjuntamente con Pedro Valdivia, futuro conquistador de Chile, se pasaron a La Gasca. Les siguió el traidor oidor Cepeda y luego cientos de soldados. La Gasca sin combatir logró la capitulación del enemigo. Se rindieron Gonzalo Pizarro, Carvajal, Juan de Acosta, Francisco Maldonado, Juan de la Torre. Antes habían muerto en diversas formas, Puelles, Bochicao, Alonso de Toro, Martín Sicilia, Blas Soto y otros personajes.
Como queda dicho, Sacsahuana o Jaquijahuana, no fue en realidad una batalla, porque nunca se llegó a realizar. Todo consistió en una deserción vergonzosa de los pizarristas hacia las filas de La Gasca. La deslealtad era uno de los grandes males de la época entre los españoles.
La Gasca inició una tremenda represión con los vencidos, para cortar de raíz todos los males que habían aquejado al Perú, por el espíritu levantisco de los españoles.
En realidad no obró con un estricto espíritu de justicia, puesto que antes de ver el pasado de los individuos y los grandes crímenes que habían cometido, sólo se interesó por la actitud que cada individuo había adoptado hacia él.
Fue así como grandes criminales que fueron muy listos y a tiempo se pasaron a sus filas, se les perdonó y en cambio otros que no habían cometido grandes delitos fueron castigados con rigor.
Fue el oidor Cianca, que actuando como juez delegado vio la situación de más de 400 acusados por delito de traición al rey, a cual en muchos casos se agregaron otros cargos.
Las sentencias eran desde multas hasta las de ejecución, con cabeza cortada y expuesta en un poste, con letrero infamante y descuartizamiento. En otros casos se disponían varias sentencias como azotes, destierro, galeras, confiscación de bienes, demolición de la casa y sembrado de sal en la misma, etc.
No se dictó ninguna pena de prisión para ser cumplida en el Perú. Se cuidaban mucho de no crear problemas de guardianía y de alimentación con los presos, por cuyo motivo se prefería el destierro.
Hernando de Torres, el que en Iñaquito derribó con golpes de hacha al virrey Blasco Núñez de Vela, fue condenado al destierro, a galeras a perpetuidad y a la confiscación de sus bienes.
Mancio Sierra de Leguízamo, uno de los que quedó en San Miguel de Tangarará cuando Pizarro marchó a Cajamarca y que en el reparto de los tesoros del Cuzco le tocó el sol de Coricancha, que perdió jugando a los dados, sufrió la pena de multa de dos mil pesos y destierro del Cuzco en donde era vecino. La pena duraría dos años.
Francisco de Villascastín, otro de los que quedó en San Miguel de Tangarará y que más tarde tuvo un valeroso comportamiento en la toma de Sacsahuamán, sufrió destierro perpetuo y confiscación.
Francisco Maldonado, no participó en la batalla de Iñaquito, pues estaba en España intercediendo por Gonzalo Pizarro; más bien llegó en el mismo barco en el que viajaba La Gasca, abandonándolo para reunirse con Gonzalo. La Gasca nunca lo perdonó haciéndolo ahorcar, le cortaron la cabeza y la pusieron en un rollo en la ciudad del Cuzco, además de confiscarle todos sus bienes.
Juan de la Torre y Villegas, aquel infame capitán que arrancó las barbas del cadáver del virrey haciéndose un penacho para su yelmo, fue condenado a pena igual a la de Maldonado.
Juan Acosta, el fiel capitán de Pizarro, que quiso pelear con los pocos que había en Jaquijahuana, a lo que se opuso Gonzalo en el mismo campo de batalla, La Gasca ordenó que le cortaran la cabeza y la pusieran en una jaula que llevó al Cuzco. La sentencia después de la ejecución decía que debía ser descuartizado y sus bienes confiscados.
Con Francisco de Carvajal y Gonzalo Pizarro se hizo también un feroz escarmiento. Al primero se le debía introducir en un saco y ser arrastrado vivo, su cabeza cortada y puesta en rollo en Lima, y su cuerpo descuartizado, sus bienes confiscados, su casa destruida y sembrada con sal. A Gonzalo se le impuso la misma pena, con excepción del arrastramiento.
No se perdonó ni a los muertos. A Bartolomé Aguilar, vecino de San Miguel se le sentenció a muerte y confiscación de bienes. Hernando de Bochicao, que fue un tiempo dueño de una escuadra, lo mismo que al feroz Francisco Almendras, se les condenó a muerte, estando ya muertos y confiscación de bienes. Otros fallecidos como Antonio Biedma, Pedro Puelles y Gonzalo Díaz de Pinedo sufrieron diversas penas. En cambio a Benito Suárez de Carvajal, que en Iñaquito ordenó le cortaran la cabeza al virrey y que había tratado de matarlo con puñal de su propia mano, no se le hizo nada, por que traicionó a tiempo a Pizarro. También se hubiera salvado el traidor oidor Cepeda que se rindió en Jaquijahuana antes del combate, pero los capitanes fieles al rey exigieron a La Gasca que fuera juzgado, por cuyo motivo éste prefirió que ese asunto se resolviera en España y se llevó allá a Cepeda, donde se le juzgó con rigor y se le condenó a muerte, siendo envenenado antes por sus parientes.

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EL TRISTE FIN DE MARTINILLO
Martinillo, el intérprete tallán que en la historia se le conoce como Martí Pizarro, fue un fiel seguidor de la familia del conquistador y como tal, acompañó a Gonzalo Pizarro en su rebelión.
Por eso no pudo escapar de las manos del oidor Cianca y en el fallo que le tocó decía: “Don Martín, lengua indio, natural de estos reynos, en doscientos azotes en el Cuzco e ciento en Lima e destierro perpetuo para Panamá e impedimento de bienes e de los indios e por traidor”.
La sentencia se cumplió exactamente como se había dado, y el aporreado indio tallán, fue a dar con su pobre persona a la inhóspita zona de Panamá, de donde sin embargo pudo salir para trasladarse a España, a donde también debía ir su esposa e hijos que se encontraban en Lima.
El historiador José Antonio del Busto Duthurburu ha investigado la vida de este personaje piurano y publicado un interesante trabajo. Es del mismo donde obtenemos la información que a continuación proporcionamos:
Martinillo había nacido en Poechos y era sobrino del curaca de esa región a la que por entonces se llamaba Chincha. El cacique para congraciarse con Pizarro, le regaló al indio que por entonces tenía 14 años.
El Conquistador lo tuvo como criado y esclavo, por cuyo motivo el vivaz indiecito, se hacía llamar Martín Pizarro. Los españoles para hacer burla del muchacho le decían Don Martín y así se quedó para siempre, convirtiéndose esa expresión en trato deferencial.
De gran inteligencia, pudo aprender rápidamente la lengua castellana pues a los pocos meses Don Martín ya estaba en condición de poder actuar como intérprete, haciendo la competencia a otros indios intérpretes que hacía algunos años ya hacían ese oficio.
En realidad Martinillo al igual que Felipillo eran políglotas, pues conocían el sec o lengua tallán, el runa-simi o quechua en su modalidad norteña, y el español.
Martinillo tuvo la oportunidad de conocer a Atahualpa, cuando Pizarro envió a Cajamarca una embajada para saludarlo, conformada por Soto con sus jinetes y Felipillo como intérprete. Luego llegó Hernando Pizarro con otro grupo a caballo y Martinillo. Unos dicen que éste iba en su propia cabalgadura, distinción que no se daba a otro indio, pero el cronista Cristóbal de Mena, asegura que iba al anca, en el caballo de Hernando. Lo cierto es que en el candente diálogo que se suscitó entre Hernando Pizarro y Atahualpa, fue Martinillo el intérprete quedando desplazado Felipillo. Le toco por lo tanto a Don Martín traducir el comentario desfavorable que Pizarro hizo a Maizabilca y la información que dijo haber recibido Atahualpa de tal capitán indio.
También ha quedado aclarado que fue Martinillo y no Felipillo, el que con Valverde salió al encuentro de Atahualpa en la plaza de Cajamarca, por cuyo motivo tuvo su parte en el reparto del rescate conforme aparece en el acta.
Fue también por intermedio de Martinillo que Atahualpa ofreció dar oro y plata en rescate por su vida. Más tarde, Don Martín acompañó a Soto a explorar la región de Huamachuco en donde se temía existieran ejércitos indios listos para el ataque, y por la tanto no estuvo presente en el juzgamiento del inca, utilizándose en eso a Felipillo, lo que agravó la situación de Atahualpa.
Martinillo estuvo en muchas acciones de guerra junto a los españoles en su marcha al Cuzco y también allí le tocó parte del tesoro. Todo lo guardó su padrino el Conquistador por que Martín era aún menor de edad, lo que no fue sin embargo un impedimento, para que al fundarse la ciudad de Lima le tocase solar como vecino de notable, y que su nombre quedara en el acta de fundación. Desde entonces el indio tallán, completamente españolizado, fue encumbrándose.
Portaba armas, tenía cabalgadura y vestía como español, alternando constantemente con ellos.
En el Cuzco estalló la discordia entre Felipillo y Martinillo, ya que el primero servía a Almagro y el segundo a los Pizarro. Además como Manco Inca tenía la protección inicial de Almagro, don Martín se volvió enemigo del inca, e intrigó contra él, causándole mucho perjuicio.
La ambición de Martinillo en realidad no tenía límites. No contento de ser tratado como español, pretendía ahora sobresalir entre ellos.
Para darse el rango que le correspondía, solicitó a Pizarro la entrega de 10.000 pesos que le guardaba, pero el aludido le dijo que estaba pobre. En esos momentos se produjo el cerco de Lima por los indios sublevados y Martinillo se portó valientemente. Posteriormente en las primeras luchas contra Almagro, se le dio el comando de una compañía de indios con los que luchó denodadamente.
Entonces aspiró a un mejor nivel social y logró casarse con una española vecina de Lima. Era esta doña Luisa Medina en la que tuvo tres hijos.
Creyó llegado el momento oportuno de dirigirse al rey para solicitarle se le reconociera el título de caballero y se le otorgara escudo de nobleza. Fundaba su petición en que era príncipe de esta tierra, el haber sido adoptado por Francisco Pizarro, por sus muchos servicios prestados a la causa de la corona, ser cristiano y estar casado con española. Como prueba de lo que aseguraba envió una serie de documentos que los conquistadores, por amistad o condescendencia se prestaron a firmar, asegurando hechos reales o ficticios.
La reina expidió el 19 de octubre de 1537 una cédula en la que autorizaba a Francisco Pizarro a armar caballero a don Martín, si éste tuviera las calidades que aseguraba poseer y había realizado los servicios por los que se hacía merecedor a la distinción.
Otra cédula autoriza a darle repartimientos con indios a su servicio. Pizarro no se atrevió a convertir al tallán en caballero, pero en cambio le dio la encomienda de Huaura, que era muy importante y con muchos indios a su servicio.
Fue así como un indio peruano, y sobre todo tallán, pudo haber sido el primer ennoblecido por los reyes en esta parte del continente y hasta sentar un precedente.
Martín, en su audacia sin límites, había pretendido pasar gato por liebre, y aseguraba que desde hacía 8 años era bautizado, lo que constituía un infundio, pues sólo habían pasado un poco más de cuatro años de ese hecho. Tampoco era cierto que había servido a los españoles desde el segundo viaje, ni que Hernando Pizarro lo había tratado en Trujillo en 1529 por cuanto Martín no estuvo en el viaje a España.
Convertido en un señor encomendero, se mandó a construir una gran casa en la ciudad de Lima. Tuvo esclava, servidores indios y criado español y a su esposa se la daba el tratamiento de doña.
A la muerte de Pizarro trató de pasar desapercibido ante los almagristas triunfantes. Cuando llegó Vaca de Castro, se puso de inmediato a su servicio y estuvo presente en la sangrienta batalla de Chupas, en premio a lo cual se le agregó Huarmey a su repartimiento.
Fue entonces cuando viajó a España, para visitar a la familia Pizarro y llevar cartas de Gonzalo con las pretensiones que tenía de suceder a su asesinado hermano, en el gobierno del Perú. De paso trató de lograr algo en la corte a su favor, pero nada consiguió.
Al regresar al Perú, alentó a Gonzalo a coronarse rey del Perú y tomar por esposa –para afirmar su derecho- a una princesa incaica. De esa forma pensaba lograr el título de nobleza que no le había dado rey de España.
Tras la derrota de Gonzalo, trató de pasar desapercibido ante La Gasca, pero no lo logró y fue condenado. Las desgracias y maltratos le afectaron la salud y al poco tiempo de arribar a España desde su destierro en Panamá, murió en Sevilla cuando no tenía 30 años

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NUEVOS REPARTIMIENTOS

Vencido Gonzalo Pizarro, La Gasca se encontró repentinamente con una. gran cantidad de soldados insolentes e indisciplinados y de capitanes ambiciosos que deseaban se recompensaran sus servicios con mercedes y repartimientos. Fue pues necesario otorgar nuevos repartimientos.
El reparto se hizo como en toda guerra con los despojos de los vencidos, pero pocos se daban por satisfechos con las recompensas. Entre los más disgustados estaba Diego Centeno y Francisco Hernández de Girón. El primero moriría pronto envenenado por venganza y el segundo tendría también trágico fin al sublevarse años más tarde. La Gasca dio un buen repartimiento en Loja a Hernando de Cárdenas el cual después lo cambió por una renta perpetua.
Recibieron repartimientos los españoles que murieron por la causa del rey. Después de las guerras civiles quedaron bastantes viudas. Los encomenderos que tenían repartimientos dados por Pizarro, y Vaca de Castro y habían sido fieles al rey, o habían tomado partido por La Gasca abandonando a Gonzalo Pizarro, se vieron confirmados en sus repartimientos.
Algunos nuevos repartimientos en la región fueron los siguientes:
Francisco Lobo conservó el repartimiento que tenia con el cacique Puianca que le reportaba 4.000 pesos anuales. A Diego Palomino, le tocó un repartimiento en la Provincia de Guancabamba con los caciques Unlliguamba, con Quinquepe y con Guama que le reportaba 3.000 pesos.
A Gonzalo Guijera le correspondió un repartimiento con el cacique Tomapra y el cacique Arocama en Serrán, que le reportaban 1.000 pesos. Francisco Villalobos, conservó el repartimiento de Tumbes, Pariña y los principales de Máncora y Cosegra, que le otorgó Gonzalo Pizarro y le rendía 3.000 pesos. Doña Isabel de Carvantes viuda de Juan de Coto, casada con Diego Santiago, el repartimiento de Poechos que le daba 2.000 pesos. El repartimiento de la provincia de Caiabaco ( ¿Ayabaca?) que fue del extinto Bartolomé de Aguilar, se le entregó a la viuda de Francisco de Cárdenas y a su menor hija, les rendían 2000 pesos. Juan Farfán, conservó el repartimiento que le dio Pizarro en el valle del Chira, y le rendía 2000 pesos al año.
Francisco Martín de Albarrán, conservó el repartimiento que le dio Pizarro en el valle de Motape (Amotape) y en la costa, a Bitonera y Ognabra, de indios pescadores que le dio Vaca de Castro y que tiene como Cacique a Colanoche (Colán). Le reportaba 2.000 pesos. Miguel Salcedo, tiene el repartimiento de la. Apullana de Catacaos y que le rinde 2.000 pesos. Originalmente el repartimiento fue dado a Francisco Carrasco y al morir este, su viuda se casó con Salcedo, el que a su vez quedó viudo y con el repartimiento
El repartimiento de Motupe, lo tenía Francisco Palomino que lo compró a su hermano Diego que lo había adquirido por Cédula de Vaca de Castro y le rendía 2.000 pesos anuales. El repartimiento del valle de Xiona, era de Doña María Sandoval, viuda de don Diego Gutiérrez, el que lo había adquirido por cédula de Pizarro y rendía 1.500 pesos. El Capitán Miguel Ruiz tuvo el repartimiento de Conchima y los indios de Punta Aguja, que los había comprado a la mujer de don Francisco, indio lengua. Ruiz había logrado que Vaca de Castro lo confirmara en la posesión de estos repartimientos y que luego La Gasca hiciera lo mismo. Producía 1.500 pesos.
Francisco de Lucena tenía el repartimiento del valle de Tanguacil ( ¿Tangarará?), con 1 cacique e indios de él, y del cacique principal de Cochimacan con 100 indios y el principal Castillo en Payta, todos por cédula otorgada por Francisco Pizarro y rendían 1.000 pesos. En el valle de Moscalá, el repartimiento era de Diego de Fonseca que lo había comprado a Juan Escobedo y Vaca de Castro lo confirmó en su posesión. Rendía 1000 pesos
Diego Guerra, tenía el repartimiento de Penachi, de Olmos y Contailicoia en el Valle de Copez ( o Copiz). Lo había heredado de su padre, el que lo obtuvo por cédula de Francisco Pizarro y rendía 800 pesos.
El repartimiento de Pabur y de Guacoma lo tenía María de la Paz y su hijo Juan de Trujillo el cual lo había heredado de su padre Juan de Trujillo, el que a su vez lo tuvo por cédula de Francisco Pizarro. María de la Paz se había casado en segundas nupcias con Francisco de Quiroz del cual también enviudó. Este repartimiento rendía 800 pesos, pues Pabur se había despoblado. El tal Francisco de Quiroz tenía el repartimiento de Copies, que lo había obtenido con cédula de Francisco Pizarro. Sólo obtenía 500 pesos. Don Baltasar de Carvajal, tenía el repartimiento del cacique de Colineque, logrado con cédula de Francisco Pizarro. Sólo producía 200 pesos. El capitán Pedro Gutiérrez de los Ríos era encomendero en el valle de Cocola, con cédula de Francisco Pizarro y también rinde sólo 200 pesos
Estaban vacos el repartimiento de Payta que podría dar 200 pesos, el de Colán y Maiabilla, que producía 300 pesos y los mitimaes de Maiabilla, 400 pesos. El repartimiento de Sexillo con 30 indios, daba agua y leña, así como yerba.

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LA REAL AUDIENCIA CONFIRMA A LOS INDIOS EN SUS TIERRAS

Don Juan Jacobo Cruz Villegas en su obra “Catac Ccaos” (pág. 100), afirma que: “el 11 de marzo de de 1550, se hizo presente en el Cuzco, en representación de las cinco comunidades (San Lucas de Colán, San Francisco de Payta, San Juan de Catacaos, San Martín de Sechura y Santo Domingo de Olmos) don Cristóbal Pablo Inga, natural de Catacaos, para exigir la dación del título de propiedad en trámite, dados los valores pagados a favor de su majestad. El expediente pasa a Lima y con fecha 22 de abril de 1550, don Pedro de La Gasca, inquisidor y presidente de la Audiencia de Lima, ordena la expedición de los títulos, siempre en calidad de provisionales, hasta que el original que fuera remitido a su majestad, no fuera ratificado, firmado y sellado.
La Gasca dio la providencia que fue firmada por él y por los oidores de la Real Audiencia Alonso de Alvarado, Pascual de Andagoya, Iñigo de Siancas y por el escribano de la Audiencia Real, don Pedro de Avendaño
Hay sin embargo en la información de don Jacobo Cruz, errores en las fechas, pues, la Gasca, había salido del Cuzco rumbo a Lima desde 1548, a donde llegó el 17 de septiembre de ese año y a España partió el 2 de febrero de 1550.

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FUNDACIÓN DE ZAMORA
La Gasca dispuso que el capitán Alonso de Mercadillo retornase a la ciudad de Loja que había fundado, aprobando tal fundación.
Mercadillo dio asiento definitivo a Loja el 9 de abril de 1548, tras de lo cual procedió a fundar la ciudad de Zamora en 1549.
La Gasca mandó también al capitán Juan Porcel a pacificar los alrededores de Loja, presumiblemente para equilibrar el poder de Mercadillo. Éste tuvo noticias de que en el interior había grandes minas de oro y en 1550 organizó una expedición a la selva.

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EXPEDICIÓN DE BRACAMOROS – FUNDACIÓN DE JAÉN

La Gasca para deshacerse de tanto soldado y capitán, los comisionó para que exploraran nuevos territorios.
Una de estas labores le fue dada al capitán Diego Palomino que estaba de residente en Piura. Su misión fue reducir a los indios bracamoros a los que ni el mismo Huayna Capac había podido dominar. Al respecto, Pedro Cieza de León en Crónicas del Perú, dice lo siguiente:
“El capitán Pedro de Vergara anduvo algunos años descubriendo y conquistando aquella región y pobló en cierta parte de ella. Y con las alteraciones que hubo en el Perú no se acabó de hacer enteramente el descubrimiento, antes salieron dos o tres veces los españoles que en él andaban, para seguir las guerras civiles. Después el presidente Pedro de La Gasca, tornó a enviar a este descubrimiento al capitán Diego Palomino, vecino de la ciudad de San Miguel”. Continúa manifestando Cieza, que muchos conquistadores pretendieron ante La Gasca, hacer creer que ellos habían pacificado la región, pero agrega que a él le consta que fue Palomino, aún cuando no conoce el nombre de las localidades que fundó y pobló. Jaén fue fundada el 18 de abril de 1549.

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EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS
Entre los esclavos que habían traído los españoles al Perú, había una gran cantidad de moriscos y bereberes, que generalmente estaban destinados al servicio personal de los conquistadores. Eran famosos por su crueldad y siempre estaban dispuestos servir a sus amos en la ejecución de los más grandes crímenes. Uno de ellos fue el que cortó la cabeza al virrey en Iñaquito.
El rey decretó su salida del Perú ante el temor de que difundieran entre los indios la fe de Mahoma

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DURA LEGISLACIÓN PARA LOS ESCLAVOS
Durante la campaña sostenida contra Pizarro, se había podido dar cuenta La Gasca, que los negros cimarrones robaban, asesinaban y cometían muchos abusos contra los indios. Siempre estaban dispuestos a fugarse para dedicarse al bandidaje en los campos, en una época en que se vivía en completa anarquía.
La Gasca dio draconianas ordenanzas contra los negros tanto libres como esclavos. Algunas de ellas subsistieron por varios años durante el virreinato y a las mismas ya nos hemos referido
El esclavo que se ausentaba sin permiso de sus amos, recibiría 100 azotes y con prisión con el cepo de cabeza. Si un esclavo tenía relaciones sexuales con una india, era castrado públicamente. Posiblemente este castigo no los detuvo, ya que el mestizaje de los zambos lo prueba. Los huidos 10 días se les dislocaba un pie. Los que permanecían mayor tiempo y cometían delito eran ajusticiados y lo mismo se hacía con los que reincidían en evadirse por tercera vez. Estaba prohibido dar de comer o ayudar a un esclavo prófugo, castigándose con fuertes penas a los que tal cosa hacían. El solo intento de ultrajar a una mujer blanca era castigado con la muerte. En “Matalaché” se relata como el mulato José Manuel Sojo, fue lanzado a una caldera de aceite hirviendo. (1816).

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PARTIDA DE LA GASCA
Pacificado el Perú, La Gasca entregó el gobierno a la nueva Real Audiencia mientras llegaba el segundo virrey que ya estaba nombrado.
La Gasca, al embarcarse en el Callao el 27 de enero de 1550 llevaba 17 grandes cajas con barras de plata, en su mayor parte provenientes de las minas de Potosí que empezaban a producir y que bien pronto tendrían fama mundial.
La Gasca entregó al rey de España el cuantioso tesoro, pero sólo aceptó como recompensa un obispado en España.
Había estado fuera de España cuatro años.

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LLEGADA DEL SEGUNDO VIRREY
Don Antonio de Mendoza, primer virrey de Méjico había hecho en ese lugar muy buen gobierno. El emperador lo nombró virrey del Perú, pero ya estaba anciano y muy achacoso, por cuyo motivo don Antonio solicitó a Carlos V que lo relevara de tales funciones y le permitiera volver a España. No le fue aceptado el pedido.
Mendiburu en su Diccionario Histórico Biográfico, asegura que desembarcó en Paita en 1551, en cambio el padre Vargas Ugarte manifiesta que llegó a Tumbes el 15 de mayo. Sin detenerse mucho tiempo en San Miguel pasó a Trujillo desde escribió al emperador. Poco tiempo iba a sobrevivir, pues el deceso ocurrió el 15 de julio de 1552, es decir, casi al año de llegar al Perú.
En su tiempo se proyectoó traer camellos al Perú, para reemplazar a los indios cargueros.
Se había puesto en vigencia desde el gobierno de la Audiencia, la ordenanza que prohibía el servicio personal de los indios, lo cual causó general malestar entre los españoles encomenderos y mineros.
La Gasca convirtió a Catacaos en una encomienda adjudicada a la corona real, contando con 654 personas de las que 212 eran indios tributarios. En 1593 Catacaos sería convertido en una reducción
En tiempos del virrey Marques de Cañete –según don Jacobo Cruz- las parcialidades de Narihualá, y las aún confinadas de Colán y Poechos que estaban en Catacaos, pagaban 780 pesos por derechos de capitación o tributo. La de Mecache con sólo 48 indios tributarios pagaba 176 pesos y 2 tomines. La de Menón con 74 indios tributarios pagaba 273 pesos y las demás con 334 indios, cotizaban al año 1,229 pesos y dos tomines, no obstante muchos indios por haber prestado servicio personal gratuito a la causa del rey, estaban exonerados.

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LA REBELIÓN DE PIURA
Cuando el virrey Antonio de Mendoza, llegó al Perú, trajo en su séquito al joven oficial Gil Ramírez Dávalos, al que estimaba mucho y lo nombró corregidor del Cuzco. En ese cargo Ramírez hizo cumplir con mucha severidad las ordenanzas sobre el servicio personal de los indios, lo cual creó mucha resistencia. Por entonces murió el virrey y la Real Audiencia asumió el control del virreinato.
Los descontentos del Cuzco nombraron como jefe al capitán Francisco Hernández de Girón, que hasta entonces había sido muy leal al rey en las guerras civiles. El corregidor Ramírez Dávalos fue apresado y 17 oficiales rebeldes pidieron su ejecución a lo que se negó Hernández de Girón, el cual marchó sobre Lima teniendo éxitos iniciales que aprovechó. Por entonces era Corregidor y Justicia Mayor de Piura, desde 1552, el capitán Juan Delgadillo, el cual años antes se había apoderado de la ciudad y se había puesto a órdenes de Blasco Núñez.
Delgadillo dispuso que el oficial Francisco de Silva, reuniera hombres y pertrechos de guerra para remitirlos a Lima, a fin de combatir la rebelión de Hernández de Girón. En Tumbes reclutó 26 hombres. Sospechando sin embargo Delgadillo de la lealtad de Silva, demoró la salida del contingente, y no le dio el dinero que solicitaba para el viaje. Ante esta situación Silva decidió sublevarse y plegarse a la causa del rebelde, acordando que se daría muerte a Delgadillo y se apoderarían del dinero de las cajas reales.
Silva logró apoderarse por sorpresa de Delgadillo y luego dispuso del saqueo de la hacienda pública, puso cupo a los vecinos y mediante extorsión se apoderó de todo lo que pudo. Como el alcalde Morán ofreciera resistencia, lo hizo asesinar y liberó a gran cantidad de negros esclavos algunos de los cuales se plegaron a la revuelta
Con los soldados que la obedecían, y llevando como rehén cargado de cadenas a Delgadillo, se dirigieron a Cajamarca en donde había otros complotados. En su audacia, Silva llevó consigo el estandarte real que estaba depositado en casa del vecino Pedro de Arcos. También llevaron encadenados a 8 vecinos principales.
En Cajamarca el jefe de los rebeldes era Antonio Gómez de Espinosa que se había apoderado de la ciudad y trataba de unir sus fuerzas con las de Silva para ir a juntarse con Hernández Girón.
Cuando Silva llegó a Cajamarca, se enteró ya que la suerte le había principiado a ser adversa a Hernández Girón y que era perseguido por las fuerzas de la Real Audiencia. Entonces considerando la causa perdida, Silva sólo pensó en huir desamparando a sus complotados, y se dirigió a Trujillo, dejando a Delgadillo en Cajamarca.
Cuando en Lima se supo de la revuelta del norte, se dispuso que el corregidor de esa, Bernardo Romaní, saliera por mar a Trujillo con 40 soldados.
Silva en realidad no había pensado apoderarse de Trujillo sino en salvarse. Con el amparo de los religiosos del convento de San Francisco, se refugió en ese lugar y conociendo el próximo arribo de Romaní tomó un barco y con su secuaz Juan Aponte se dirigió a la América Central. Por eso cuando Romaní llegó a Trujillo, encontró quieta la ciudad.
En Cajamarca al conocerse que Hernández Girón iba camino a su derrota, se produjo una reacción entre el elemento leal, siendo liberado Delgadillo, el cual hizo una feroz represión entre los amotinados pues condenó a muerte y descuartizamiento a Gómez de Espinosa, a Juan Balmaceda y a Francisco Ayamonte y a varios más a la dura pena de las galeras, entre ellos a Bernabé García, a Alonso Aguilar y a . Mansilla.
En noviembre de 1554, Hernández Girón vio como sus tropas se desbandaban frente a los ejércitos de los oidores de la Real Audiencia y cayó prisionero sin haber podido combatir. Días después fue decapitado.
Así murió este valiente capitán que siempre había sido leal al rey. Su fin tuvo una gran similitud con el de Gonzalo Pizarro. Su cabeza remitida a Lima estuvo mucho tiempo en la picota, junto con las de Gonzalo Pizarro y Carvajal, hasta que una noche, amigos de Girón las retiraron y les dieron cristiana sepultura.

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UN VIRREY CASAMENTERO
Don Andrés Hurtado de Mendoza, segundo Marques de Cañete fue el tercer virrey del Perú. No habían aceptado el nombramiento para ser virreyes del Perú, ni el conde La Palma ni el conde de Olivares.
Llegó a Paita el 24 de marzo de 1556 y desde el puerto comunicó al cabildo de Lima su arribo, dándoles simplemente el tratamiento de nobles señores, en lugar de muy nobles señores que acostumbraba su antecesor. Eso motivó que Martín Robles, un viejo y orgulloso conquistador dijera que había que enseñar al virrey buenos modales. Caro pagaría Robles esa crítica, ya que posteriormente se le asesinó en su cama.
En la comitiva estaba el joven oficial Luis Cabrera, su pariente, al cual envió desde Paita a San Miguel de Piura, con un correo urgente, para proseguir a Lima. Cabrera se detuvo en Piura varios días divirtiéndose con otros jóvenes, por lo cual el virrey al saberlo lo reemplazó con otro, lo hizo encarcelar y luego lo devolvió a España por indisciplinado.
En Panamá el virrey se había encontrado con una rebelión de esclavos fugados que se habían dedicado al bandidaje. Le encomendó la misión de reducirlos al capitán Pedro de Ursúa que pocos años después tuviera trágica muerte en una expedición a la selva peruana.
El virrey dispuso un trato humano para con los esclavos y a no pocos dejó en libertad.
Don Andrés Hurtado antes de venir al Perú, había logrado algunos informes importantes. Así sabía, que por estas tierras había 8,000 españoles, de los cuales 489 tenían repartimientos y 1,000 se encontraban sirviendo en diversas actividades, pero que el resto se negaba a trabajar, alegando que no habían venido desde tan lejos para tal fin.
El virrey pidió al rey que ya no se permitiera la venida al Perú de más gente y resolvió destinar a tanto levantisco soldado al descubrimiento de nuevas tierras.
Estando en San Miguel se enteró de que el capitán Luis de Cabrera era un insubordinado. Lo remitió a España, no obstante ser su pariente, para que se reuniera con su esposa.
En Trujillo se le hizo un gran recibimiento y mejor en Lima. El virrey actuó con mano dura para evitar nuevos levantamientos, prohibiendo que los españoles entrasen y saliesen a voluntad de las ciudades de su residencia e incautó todas las armas que pudo. A los corregidores autorizó a ejecutar a todos aquellos que tuvieran antecedentes de revoltosos, de tal manera que la horca y el garrote funcionaron en forma constante. En total 800 fueron desterrados o ejecutados.
Se empeñó en casar a lo oficiales jóvenes, por cuyo motivo don Ricardo Palma lo llama el virrey casamentero. Buscando pretexto dispuso que Martín Robles, sin tener en cuenta los viejos pergaminos de conquistador que tenía, fuera ejecutado en su propia casa.
Los encomenderos eran hombres muy adinerados, en forma tal que tenían a sueldo a una gran cantidad de soldados ociosos, lo cual facilitaba las revueltas. El virrey desterró a España a muchos de esos, en donde los perjudicados presentaron sus quejas al nuevo rey Felipe II.
Dispuso la fundación de la ciudad de Cañete y de Cuenca en Ecuador. Favoreció a los hombres casados en el reparto de tierras, con lo cual los apartó de la tentación de guerrear. Envió a otros envió a descubrir fundar ciudades como la de Santiago de las Montañas y Santa María de las Nieves. Unos fueron a explorar la zona de Ucayali en donde aseguraban existía un fantástico y rico país llamado Rupa-rupa. Para que incursionaran en el Marañón y en el Amazonas, comisionó al capitán Pedro de Ursúa con 500 hombres, pero en la travesía fue asesinado por uno de sus capitanes Lope de Aguirre “el traidor”.
Felipe II quedó muy contrariado al conocer los abusos de su Virrey y deploró la muerte de Martín Robles. Dispuso que muchos de los desterrados volvieran al Perú y recobraran sus propiedades e indemnizó a los familiares de Robles.
Antes de cumplirse el plazo de 6 años que debía estar en Lima, el rey decidió cambiar al marqués de Cañete nombrando a don Diego de Acevedo que murió cuando se preparaba a venir al Perú. El virreinato del Perú, como se verá después, tenía algo de fatídico. El nuevo virrey nombrado fue entonces Diego López de Zúñiga, conde de Nieva, el cual al llegar al Perú dio un trato sumamente descortés a su antecesor, el marqués de Cañete, a consecuencia de lo cual, éste enfermó y murió en Lima el 30 de marzo de 1561.
C A P I T U L O I


LA TRÁGICA INICIACIÓN DEL VIRREINATO



- El virreinato
- Las Ordenanzas
- Los límites del virreinato
- El primer virrey del Perú
- El virrey en Piura
- El virrey falla a favor de los indios
- El virrey parte hacia Lima
- La rebelión de Gonzalo Pizarro
- Desembarco del virrey en Tumbes
- El virrey reorganiza sus fuerzas
- La guerra en Piura
- Yo no compro a mis soldados, los escojo
- Piura cabeza de gobierno
- Ofensiva de Gonzalo Pizarro
- Correrías de Bochicao
- El virrey abandona San Miguel
- Gonzalo Pizarro marcha a Piura
- Persecución del virrey
- Intrigas en el campamento de Pizarro
- El virrey llega a Quito
- Iñaquito



EL VIRREINATO ARRIBA

El emperador Carlos V, comprendió que no podía dejar en manos de los conquistadores el gobierno de las tierras de América. Fue así como convirtió a México en virreinato, quitándole a Hernán Cortés en 1539 todo mando civil y dejándolo como capitán general con limitadísimas atribuciones.
Al conocer el rey la muerte de Francisco Pizarro ocurrida el 26 de junio de 1541, resolvió hacer del Perú un virreinato.
Esta decisión fue precedida, por la promulgación de las primeras ordenanzas que se dieron para el buen gobierno de los territorios conquistados y evitar el abuso que se cometían con los indios.
En abril de 1543 el emperador Carlos V, nombraba al primer virrey del Perú en la persona de don Blasco Núñez de Vela
Sólo 11 años habían transcurrido desde que Pizarro había desembarcado en Tumbes.
En ese corto tiempo, no sólo conquistó un gran imperio, sino que los españole afianzaron su dominio
No obstante las sangrientas guerras civiles, las ciudades se habían poblado y crecido. Una gran cantidad de pequeños pueblos habían surgido. Millares de españoles llegaron atraídos por las riquezas del Perú, no con el ánimo de hacer fortuna y retornar a la península, sino con el propósito de afincarse definitivamente en las nuevas tierras. Por eso es que no venían solos, sino que traían a sus familias.
Se iniciaba el sedentarismo, y aún cuando en modo alguno se había apagado el espíritu aventurero y una gran cantidad de españoles prefería placidez del hogar a los azares de la guerra. Muchos eran encomenderos, pero otros no. Los primeros deseaban dedicarse a explotar lo que consideraban la justa recompensa de su trabajo y mientras se respetase ese patrimonio tan duramente ganado, estaban dispuestos a vivir tranquilamente.
Los españoles trajeron animales domésticos, que rápidamente se reprodujeron, así como algunas plantas que se daban en Europa pero no en estas tierras, y que se aclimataron muy bien; pero también trajeron ciertas enfermedades que no eran conocidas entre los indios y esos huéspedes indeseables que son las ratas y que los indios las creían procedentes del mar, por haber llegado a nado desde los barcos que llegaron a Paita y al Callao.
Muchas ciudades crecieron rápidamente y tomaron gran importancia como Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo y Quito; mientras que la primera fundación, San Miguel, seguía vegetando, no obstante tener escudo.
Con el nombramiento del virrey, se abre un nuevo capítulo en la historia del Perú que iba a durar 277 años hasta el momento en que San Martín proclamó la independencia.
Blasco Núñez de Vela inicia una relación de 40 personas que tuvieron título de virrey, oficialmente otorgado o cuando menos reconocido por la corona española, que ejercieron el cargo.
La iniciación del virreinato en el Perú habría pasado desapercibida para los españoles residentes en estas tierras, si es que no hubiera recibido Blasco de Núñez de Vela la orden de hacer cumplir las ordenanzas, que fueron tan mal recibidas en toda América. Eso fue lo que motivó que el virreinato peruano se iniciara con un mar de sangre

LAS ORDENANZAS ARRIBA

Tan pronto los primeros españoles pusieron pie en las tierras de América con Cristóbal Colón, se comenzó a abusar de los indios, no solo despojándolos de sus tierras y riquezas, sino también de su libertad personal, reduciéndolo a la simple condición de siervo, a ellos y sus familiares.
Fray Bartolomé de las Casas y otros muchos sacerdotes, así como hombres de gran sensibilidad denunciaron ante Carlos V estos abusos. En el Perú, los indios tuvieron ardorosos defensores, que hicieron conocer al Emperador, la triste condición en que se encontraban.
Fray Tomás de San Martín, uno de los testigos de la fundación de San Miguel, fue de los primeros que denunció los abusos de los encomenderos.
Fray Tomás de Berlanga, siendo obispo de Panamá, fue comisionado por el rey de España para que constate en el Perú, las denuncias que se hacían sobre los abusos de los encomenderos y conquistadores en general. El citado religioso llegó al Perú cuando se iniciaban los desacuerdos entre Pizarro y Almagro. El rey le encomendó entonces que estableciera la línea divisoria entre los gobernantes de los dos conquistadores, pero no pudo cumplir la misión por la obstrucción de Pizarro. Berlanga hizo un informe duro pero veraz de la situación sumamente aflictiva de los indios y del despoblamiento que se estaba produciendo por su mortandad.
Cuando ya se habían iniciado a redactar las ordenanzas, llegó a España una nueva denuncia del Bachiller Luis de Morales, en la que hacía un largo relato de crueldades y abusos, al que llamó “Memorial”
Carlos V quedó muy impresionado y también contrariado por esos informes y decidió cortar el mal de raiz y en forma drástica. Hasta ese momento se carecía de una legislación para los territorios recién conquistados. Las Ordenanzas o Leyes de Indias fueron promulgadas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542 en Barcelona y el 4 de junio del año siguiente recibieron adiciones.
Las Ordenanzas comprendían 39 artículos de los que 15 estaban destinados a asegurar un buen trato a los indios como súbditos del rey de España con todos los derechos.
Disponían las Ordenanzas que:
- Los indios eran personas libres y vasallos reales
- Las Reales Audiencias, debían de vigilar que se diera buen trato a los indios y cuidar de que se cumplieran las ordenanzas dadas en su favor.
- Por ninguna causa, ya sea por rebelión, guerra, rescate, etc. se podría reducir a los indios a la esclavitud.
- Las personas que tenían indios a su servicio sin justo título debían de ponerlos en libertad
- No se les podía imponer cargas o impuestos salvo los absolutamente necesarios, ni obligaciones de trabajos excesivas que pudieran perjudicar su salud y su vida, debiendo el trabajo ser voluntario y con jornal justo
- Se prohibía que los virreyes, los gobernantes, sus tenientes, oficiales reales, los prelados, monasterios, hospitales, religiosos, cofradías, casas de moneda, y oficiales de la real hacienda, tuvieran indios en encomienda. Los que los tuvieran tenían que ponerlos a disposición de la corona.
- Los repartimientos que se consideraban excesivos, debían ser reducidos
- Los encomenderos que dieran mal trato a los indios, debían ser privados de ellos y lo mismo los que habían participado en las luchas de Pizarro y Almagro.
- En lo sucesivo ni aún los virreyes podrían encomendar indios y cuando un encomendero muriese, los indios deberían ser puestos a disposición de la Corona
- Los conquistadores que no tuvieran encomienda debían de recibir una asignación para su mantenimiento proveniente del tributo que pagaban los indios
Como se puede apreciar, casi la totalidad de los encomenderos eran candidatos a perder tierras e indios por haber participado en las guerras civiles o por haber dado mal trato a los indios.
Antes de que el rey de España nombrase al primer virrey del Perú, se conocieron en el Perú las Ordenanzas y se prepararon a desacatarlas. Se vivía un ambiente tenso y de gran incertidumbre, y como sabían que el virrey sería el encargado de hacerlas cumplir, habían decidido solicitarle que las dejara en suspenso mientras se pedía al rey la modificación de las mismas. Si el virrey no aceptase, estaban dispuestos ir a la resistencia armada.
Fue en estas circunstancias poco propicias, que se produjo el nombramiento de Blasco Núñez de Vela.
Los encomenderos piuranos, participaban del criterio general: eran hostiles a las Ordenanzas, y los hechos posteriores justificarían sus temores por que fue por Piura en donde se empezaron a ser cumplidas

LOS LÍMITES DEL VIRREYNATO ARRIBA

Aún no había llegado el primer virrey al Perú y ya el emperador Carlos V había organizado el virreinato del Perú dividiéndolo en 7 audiencias que eran: Panamá, Santa Fe, San Francisco de Quito, Lima, Charcas, Chile y Buenos Aires. Fue según Real Orden del 1º de marzo de 1542.
De esta forma desaparecían las gobernaciones de Nueva Castilla y de Nueva Toledo la causa de la sangrienta lucha entre los conquistadores Pizarro y Almagro, y del mismo modo quedaba en la nada la gobernación lograda por Benalcázar. Por último, Panamá que había jugado papel importante en los tiempos iniciales de la conquista, quedaba en condición subordinada.
El virreinato de Lima constituía un enorme territorio que ocupaba la mayor parte de América del Sur. En el lado oriental del sub-continente sólo existía Brasil que le había tocado a Portugal.
La Audiencia de Quito recién empezó a funcionar en 1563
Quedaron comprendidos dentro de los límites de la Audiencia de Quito las zonas de Quito, Cuenca, Zamora, Valladolid, La Zarza, Loja, Jaén, La Canela, Quijos, Guayaquil y Tumbes; este último hasta los límites de Paita.
Sin embargo, esta jurisdicción fue simplemente judicial por que en cuanto a la administración política el Virrey tenía autoridad directa sobre Tumbes.
Posteriormente se creó el obispado de Quito, el corregimiento de Piura quedó bajo su jurisdicción hasta 1577 en que se creó el obispado de Trujillo.
Como se puede apreciar, las áreas jurisdiccionales de la audiencia de Quito no coincidían con las del obispado.
Fue recién el 27 de mayo de 1717 que por Real Cédula, se creó el virreinato de Nueva Granada o Santa Fe, que lo integraron la capitanía general de Venezuela y las audiencias de Nueva Granada, Panamá y Quito.
Posteriormente veremos como en Julio de 1803, la provincia de Guayaquil es segregada de la audiencia de Quito y pasa a constituir parte integrante del virreinato del Perú y así estaba hasta el año 1810 cuando las naciones de América española, aplicaron el principio de Uti possidetis, para la determinación de sus fronteras.
Por lo tanto, Guayaquil al momento de su independencia iniciada desde las juntas de gobierno de 1806 era parte del Perú y sólo las intrigas del libertador Bolívar y de Sucre, y la inercia de San Martín, permitieron su segregación por acto de fuerza, para que fuera a formar parte de la Gran Colombia.
Cuando Vaca de Castro llegó al Perú existían dos gobernaciones.

EL PRIMER VIRREY DEL PERÚ ARRIBA

Se ha dicho que por las circunstancias, el nombramiento de Blasco Núñez de Vela, fue inconveniente dado su carácter, en el que la terquedad era lo característico.
El criterio es en realidad injusto. El virrey actuó como actuó, no por terquedad, sino por que tenía instrucciones personales y directas del propio emperador de proceder en la forma como lo hizo, aún cuando más tarde el monarca se desdijera.
Para el virreinato del Perú se había propuesto una terna compuesta por Blasco Núñez, el mariscal Navarra y don Antonio de Leiva.
Carlos V tenía mucho afecto por Blasco Núñez y a eso se unía una gran confianza pues había prestado muy grandes servicios a la corona. Era honrado, valiente y leal; pero al mismo tiempo violento, poco contemporizador y obstinado hasta los límites de la intolerancia.
Blasco Núñez no quiso aceptar el nombramiento pero el Emperador lo confirmó en abril de 1543 y nombró a los miembros de la Real Audiencia de Lima: Cepeda, Tejada, Álvarez y Ortiz de Zárate. Estos hombres iban a ser elementos de discordia y actuarían con notoria deslealtad.
Carlos V dio instrucciones precisas a Blasco Núñez de la forma como debía proceder:
- Que revisara las instrucciones que habían sido dadas a Vaca de Castro, y las que éste no hubiera cumplido, las hiciera cumplir.
- Que trajera al Perú el mayor número posible de religiosos para que se instruyera a los indios en la fe católica.
- Que los indios que estaban en otras tierras se les restituyera a su lugar de origen.
- Que procurase atraerse a Manco Inca, otorgándole perdón y dándole el mejor tratamiento posible
- Por último, le encargó “mostrase severo, castigador de pecados, para que nadie presumiese que por no hacerlo los disimulaba o sufría”. Le encargó también mucho celo en hacer cumplir las nuevas leyes.
Blasco Niñez, como leal servidor del rey y obediente a su mandato, vino decidido a cumplir con los deseos de su monarca, para aplicar leyes que consideraba justas. Con eso rubricó su sentencia de muerte.

EL VIRREY EN PIURA ARRIBA

Blasco de Núñez partió de España el 3 de noviembre de 1543, con gran séquito que incluía a su hermano, cuñado, a muchos caballeros, y los cuatro oidores
Con el virrey venía al continente americano una gran flota que se fraccionó a la altura de las islas Canarias, habiendo llegado Blasco Núñez al istmo de Panamá, el 10 de enero de 1544
De inmediato y en cumplimiento con lo dispuesto por el Rey, procedió con exagerada energía. A numerosos españoles que, portando riquezas adquiridas en el Perú, se dirigían a la Península, se les embargó bajo el supuesto que fuesen fruto de exacciones cometidas contra los indios. Por otra parte se enteró de que en Panamá había 300 indios procedentes del Perú y con la mejor intención dispuso su repatriación, muriendo muchos de estos infelices en la travesía. El virrey no quiso escuchar a los oidores que le aconsejaban ser más prudente y bien pronto llegó al Perú la noticia de la dureza como estaba actuando en Panamá.
El virrey dejó en Panamá a los oidores y partió al Perú, llegando a Tumbes el 4 de marzo
Mientras tanto, Vaca de Castro había convocado en el Cuzco a una reunión de notables a los cuales leyó las Ordenanzas y ante las protestas de los encomenderos, los llamó a la obediencia y el orden. Descontentos los encomenderos fueron a quejarse ante Gonzalo Pizarro que estaba en su repartimiento de Charcas y lo incitaron a que encabezara la protesta y se apoderase del Gobierno como heredero del Conquistador su hermano Francisco.
El virrey llegó solo a Tumbes, pues los oidores habían quedado aún en Panamá. Blasco Núñez, llegó a conocer en la ciudad norteña, que había un criterio ya predispuesto en su contra en todo el Perú. Para atenuar eso, anunció que no pensaba poner en vigencia algunas disposiciones, que Vaca de Castro había dejado hacer y que se referían a la utilización de los indios en el laboreo de las minas.
Desde Tumbes, el virrey principió a dictar disposiciones, a favor de los indios lo cual indignó a los encomenderos. Entre los que más encono tenían contra el representante del Rey, estaban los curas párrocos y sacerdotes en general que utilizaban gran cantidad de indios, ya sea para su servicio personal, de las parroquias, conventos u hospitales. Se llegó a decir que el virrey había hecho ajusticiar a un religioso en Tumbes, lo cual era falso.
Al principio, el virrey, quiso visitar Guayaquil y Quito, pero optó por posponer esa visita y más bien se dirigió a San Miguel de Piura.
La entrada de Blasco Núñez a la pequeña ciudad, fue azarosa. Las mujeres de los españoles salieron a las calles, y pifiaron, insultaron y amenazaron al representante del rey.
El Virrey trató de mostrarse contemporizador y convocó a los vecinos a una reunión para explicarles lo que el Emperador le había encargado, sugiriéndoles que solicitaran la modificación de las ordenanzas y nominasen delegados o personeros para tal gestión. Como los vecinos solicitaban que mientras tanto suspendiese la ejecución de las ordenanzas, les manifestó que no estaba en sus atribuciones hacerlo, por cuanto había recibido orden directa del rey. Esto rompió las negociaciones.
Pero también los indios habían llegado a tener conocimiento de las ordenanzas que les favorecían, por cuyo motivo varios caciques se apersonaron ante el virrey, para denunciar que muchos indios estaban ilegalmente reducidos a la condición de siervos. El virrey ordenó de inmediato su libertad, lo cual hizo grande el odio de los encomenderos piuranos.

EL VIRREY FALLA A FAVOR DE LOS INDIOS ARRIBA

Los curacas de la región también acudieron en queja ante el virrey, pidiendo les reconocieran como propietarios de las tierras que habían recibido de Vaca de Castro a título oneroso.
Los caciques de Colán, Paita, Catacaos, Sechura y Santo Domingo, exhibieron documentos, que portaban haber pagado a los tesoreros de Vaca de Castro, hasta el equivalente a 20,000 pesos, según recibos que mostraban, por las tierras de los valles del Chira y del Bajo Piura.
Ante esta situación, el virrey expidió una ordenanza en la misma San Miguel, el 9 de mayo de 1544, por la cual no sólo se les reconocía a los indios la propiedad de tierras libres dentro de un amplia área, que por el norte principiaba en Pariñas y por el sur avanzaba hasta Olmos, sino que además suprimió el pago del tributo de los quintos y de la mita, hasta que entrasen en vigencia a plenitud las nuevas ordenanzas.
Demás está decir que esto encolerizó tremendamente a los españoles en Piura, poniéndolos decididamente en su contra.
Jacobo Cruz en “Catac-Caos” relata la compra de tierras que hicieron los indios a Vaca de Castro.

EL VIRREY PARTE HACIA LIMA ARRIBA

Partió el virrey hacia Lima por tierra y en Trujillo, ciudad que había crecido ya grandemente, se hizo tributar recibimiento oficial y solemne y bajo palio. Era pues una recepción, aunque obligada, muy diferente a la de Piura. En Trujillo, Blasco Núñez, continuó poniendo en vigencia las ordenanzas a favor de los indios.
Cada día que transcurría, el virrey se ganaba más y más poderosos enemigos. En cambio, los beneficiados que eran los indios, nada hicieron a favor del representante del monarca. Estaban con espíritu muy decaído, faltos de iniciativa y sin jefes de jerarquía que lograran juntarlos para que pudieran significar una fuerza capaz de hacer frente a sus opresores. Éstos tenían el campo libre frente a Blasco Núñez.
En Barranca, cerca de Lima, en la posada donde el virrey hizo un alto, encontró un letrero que decía: “a quien me viniera a quitar mi hacienda, quitárele he la vida”. Su autor era el encomendero Antonio del Solar. En todo el trayecto de Trujillo a Lima, el virrey encontró hostilidad y le negaron las vituallas. Una comisión que había partido de Lima para recibir al virrey en Piura y pedirle dejara en suspenso las ordenanzas, se regresó a la capital a poco de salir, porque recibieron noticias de las decisiones del virrey. Esa comisión la integraban Juan de Barbarán, el que sepultó el cadáver de Pizarro; Diego de Agüero, que fuera uno de los fundadores de San Miguel, el factor Illen Suárez de Carvajal, Lorenzo Estupiñán, Pablo Meneses, Hernán Vargas, el dominico fray Egidio y otros más. Al virrey contaron en Barranca que Suárez de Carvajal había proferido insultos y amenazas en su contra. Desde ese momento le tuvo ojeriza y eso iba a terminar en tragedia para ambos.
El virrey hizo su ingreso a Lima el 17 de mayo de 1544 con gran pompa. Los oidores con sus familiares llegaron por tierra el 1º de julio. Durante el recorrido desde Tumbes habían recibido quejas de los españoles avecindados en las diversas ciudades, contra el virrey y ellos habían ofrecido ponerles remedio. En Lima las relaciones entre el virrey y los oidores fueron tirantes.

REBELIÓN DE GONZALO PIZARRO ARRIBA

Despertada la ambición de Gonzalo Pizarro, marchó desde Charcas al Cuzco al cual encontró revolucionado contra el virrey. Prácticamente todo el sur se le plegó. Cuando el virrey entraba a Lima, Gonzalo Pizarro contaba ya con poderosas fuerzas, y se proclamó capitán general del Perú, desconociendo la autoridad del virrey.
Mientras tanto en Lima el virrey cometía una serie de errores y arbitrariedades que lo mal quistaron con todos. Puso en prisión a Vaca de Castro del cual desconfiaba, y rompió definitivamente con la mayoría de los oidores, que resultaron ser gente desleal y alborotadora
Un gran contingente de vecinos y soldados de Lima, desertaban de noche y se iban a unir con las tropas de Gonzalo Pizarro. El 13 de septiembre el virrey mandó a llamar a Illán Suárez de Carvajal, y lo acusó de instigar las deserciones. Tras la discusión, el virrey sacó su daga y dio muerte a Suárez de Carvajal. Esto precipitó los hechos. Los oidores en franca rebelión convocaron a un cabildo abierto y se decidió la captura del virrey y su remisión a España. El 24 de septiembre partía el virrey rumbo a Panamá bajo la custodia del oidor Álvarez. La Audiencia trató de asumir el poder, Francisco de Carvajal que era maestre de campo de los ejércitos de Pizarro lanzó un ultimátum para que Lima se pusiera a las órdenes del rebelde. Fue así como el 28 de octubre de 1544, Gonzalo Pizarro hacía su ingreso a la Ciudad de los Reyes con gran pompa y un ejército bien armado de 1,200 hombres. Cuatro años después este caudillo sería ajusticiado luego de ser abandonado por todos los que le rodeaban en su triunfal ingreso a Lima.
Las traiciones y deslealtades, que fueron muy comunes en las luchas de Pizarro con Almagro, volvieron a aparecer. Nadie estaba seguro de nadie.

EL VIRREY DESEMBARCA EN TUMBES Y TOMA LA OFENSIVA ARRIBA

A poco de zarpar hacia el norte, el oidor Álvarez que llevaba detenido al virrey cambió de parecer y se puso a órdenes de su prisionero, enrumbando la nave que los transportaba hacia Tumbes. En el camino se encontraron con otra embarcación que era comandada por el capitán Álvarez Cueto, adicto al virrey y por el hermano de éste, Núñez Vela.
El barco llegó hasta Paita, en donde había dos barcos comandados por Juan Ruiz y por Rodrigo Ponce de León, que también se pusieron a sus órdenes, avanzando hasta Tumbes y desembarcando aquí, donde fue bien recibido
Blasco Núñez instaló su gobierno en Tumbes, y con el oidor Juan Álvarez, reinstaló en ese lugar la Real Audiencia. Así, aunque por breve período, Tumbes llegó a ser capital del virreinato.
El anciano virrey desplegó gran actividad y envió despachos a diversas ciudades del norte del país, solicitando refuerzos y obediencia al rey. El llamamiento fue oído y bien pronto la ciudad se llenó de soldados. De quito llegaron 10 con el estandarte real. De San Miguel de Piura, con un grupo de soldados llegaron Alonso Sotomayor y Gómez de Estacio. Montemayor había sido un capitán que durante el tiempo de permanencia del virrey en Lima había permanecido fiel al representante del rey y cuando, Blasco Núñez fue confinado en un barco en el Callao antes de ser remitido al Norte, intentó dar un golpe de mano contra el rebelde oidor Cepeda. Descubierto el complot tuvo que huir para salvar la vida. De Puerto Viejo, el corregidor Hernando Santillana remitió gruesa suma de dinero y 25 soldados al mando de Bartolomé Pérez.
El virrey pensaba marchar sobre San Miguel para hacerla centro de sus operaciones, pero en esos momentos apareció en la costa de Tumbes la flotilla de Hernando de Bachicao, que había sido enviado por Gonzalo Pizarro, con órdenes de apoderarse del virrey en Tumbes. Era éste un hombre ambicioso, interesado y sanguinario, al cual acompañó la suerte en la navegación, pues desde la salida del Callao, pudo capturar algunos barcos y al llegar a Tumbes, se apoderó del barco que obedecía al virrey. Días antes Blasco de Núñez de Vela había enviado a España para informar al rey de todos los sucesos, a su pariente el capitán Diego Álvarez Cueto y a Juan de Guzmán.
El virrey estableció su campamento a ocas leguas del norte de Tumbes, con 150 hombres. Bochicao tuvo noticia de esta fuerza y no se atrevió a desembarcar, siguiendo rumbo a Panamá. En cambio el virrey, fue mal informado y creyó que la fuerza de Bochicao era apreciable y como también supo también que otro ejército avanzaba de Lima a Piura, temió ser encerrado en un movimiento envolvente y se replegó a Quito.
Bochicao llegó a Panamá y se apoderó a la ciudad, imponiendo un régimen de terror. Era marzo de 1545.

EL VIRREY REORGANIZA SUS FUERZAS EN QUITO ARRIBA

En Quito el virrey fue bien recibido. Uno de los primeros capitanes que primero llegó al llamamiento del virrey fue el alcalde de Pasto, Hernández de Girón, que además aportó una regular cantidad de soldados. Más le hubiera valido no salir de Pasto, porque años más tarde tendría trágico fin en el Perú. Junto con Blasco de Núñez viajó el tesorero de Piura, Alfonso Rangel, en cuyo poder estaban 1’200,000 ducados que correspondían al quinto del Rey, provenientes de las minas
El virrey nombró como teniente general de su ejército a su hermano Núñez Vela y como maestre de campo a Rodrigo Ocampo, hombre que más tarde lo iba a traicionar. Tenían el comando de fuerzas, los capitanes Diego Ocampo, sobrino de Rodrigo, el fiel Alonso Montemayor, Francisco Hernández de Girón, Juan Pérez de Vergara y los capitanes Jerónimo La Serna, Blas Saavedra y Gaspar Gil.
El virrey desde Quito escribió a Sebastián Benalcazar y a Pascual de Andagoya que se encontraba en Popayán. Fue Andagoya, el español que primero intentó la conquista del Perú.}
Estando en Quito, supo el virrey que Bochicao se encontraba en Panamá y que de Lima había partido hacia Piura una fuerza mandada por Jerónimo de Villegas, Gonzalo Días de Pineda y Hernando de Alvarado. No era en realidad todo un ejército, como al principio había supuesto, sino un grupo de sólo 25 soldados, pero que seguramente se iba a ir engrosando en el camino.
El virrey supo también que desde Jaén y Bracamoros, se dirigía hacia Ayabaca el capitán Juan Díaz de Pereyra con 40 soldados fieles.

LA GUERRA EN PIURA ARRIBA

Bien pronto el departamento de Piura se convirtió en el escenario violento de las luchas entre el virrey y las fuerzas sublevadas de Gonzalo Pizarro
Blasco Núñez de Vela, decidió marchar hacia San Miguel de Piura, tanto para unirse a las fuerzas del capitán Pereyra como para oponerse al avance de Villegas. Por otra parte en Cajamarca, Melchor Verdugo encomendero de ese lugar se había levantado a favor del virrey y se proponía tomar Trujillo. En esta ciudad se encontraba el capitán Diego de Mora, hombre riquísimo, encomendero de Chicama que había hecho conocer su fidelidad a Gonzalo Pizarro. Era el capitán Mora un hombre siempre dispuesto a estar con el sol que alumbra para salvar su inmensa fortuna, lo cual al final logró asegurar.
Jerónimo de Villegas, afianzó a Mora en Trujillo y engrosó sus tropas con las que siguió hacia San Miguel de Piura, a donde llegaron con 80 hombres.
Mientras tanto el virrey, salía de Quito el 4 de marzo de 1545 y por la vía de Riobamba se dirigía hacia Piura, con el ánimo de unirse a Pereyra y batir a Villegas. Este retrocede entonces hacia Collique.
Las fuerzas pizarristas cortaron la retirada d Díaz de Pereyra, lo derrotaron y le dieron muerte, lo mismo que a su segundo capitán Heredia y a otros dos oficiales más. Los 60 hombres que traían los incorporaron a su tropa.
Mientras tanto, San Miguel de Piura, que también mostraba gran volubilidad política, se había declarado a favor de Gonzalo Pizarro, después de la salida de Montemayor. El virrey llegó a Piura con 150 jinetes y de inmediato y de inmediato salió tras de Villegas.
Estando en Ayabaca, el virrey supo de la derrota de Pereyra. Uno de sus capitanes le aconsejaron que en San Miguel castigara a su cabildo por su deslealtad, pero optó mas bien por perseguir a Villegas y a Díaz Pineda. Cinco soldados de éste desertaron y fueron a avisar al virrey donde se encontraban los pizarristas. Reemprendió la marcha el anciano Blanco Núñez y en Colliquén sorprendió a Villegas derrotándolo. Los tres capitanes se internaron en la selva y Villegas murió en manos de los indios salvajes, mientras que Díaz Pineda y Alvarado perecieron al comer yerbas que ignoraban eran venenosas. Había sido Gonzalo Díaz de Pineda uno de los testigos de la fundación de San Miguel y había intervenido en la famosa expedición a El Dorado. Debe de criticársele de que habiéndose ofrecido al virrey cuando éste llegó a Lima, logró el mando de tropa para incursionar sobre Huanuco, pero en el trayecto se rebeló plegándose a Gonzalo Pizarro.

“YO NO COMPRO A MIS SOLDADOS, LOS ESCOJO” ARRIBA

Luego del triunfo de Colliquén, el virrey celebró una reunión con sus oficiales y les expuso, su contrariedad por las desavenencias que existían entre ellos y que había resuelto embarcarse rumbo a España, para hacer conocer de que modo era servido el rey en el Perú. Era nada menos que Rodrigo de Ocampo, su maestre de campo el que fomentaba tales problemas, por su conducta sospechosa de deslealtad. Ocampo había solicitado poco antes al virrey que premiara sus servicios con condecoraciones y encomiendas ante lo cual el virrey con mucha dignidad le respondió: “estoy en muy apretada situación, pero yo no compro a mis soldados, sino los escojo”.
Era el capitán Hernández Girón de los que más desconfiaba del proceder de Ocampo, habiendo recibido del virrey la misión de controlarlo. Fue por esta razón que Francisco Hernández Girón haciendo uso de la palabra, pidió que al capitán que faltase a su deber o no fuera obediente, se le cortase la cabeza.

PIURA CABEZA DE GOBIERNO ARRIBA

El virrey decidió entonces tomar San Miguel, y sus capitanes le aconsejaron que lo hiciera por sorpresa. Prefirió sin embargo mandar unos emisarios haciendo conocer que iba hacia la ciudad. La misión fue encomendada a Juan Delgadillo, el alférez real, hombre leal a toda prueba. Tal actitud permitió que los pizarristas fugaran. Blasco Núñez autorizó que sus soldados saquearan las propiedades de los prófugos.
Mandó hacer un sello real y con el oidor Álvarez, instaló la Real Audiencia en San Miguel y despachó como lo había hecho en Lima. El otro sello real se había quedado en Lima y se encontraba en poder de Gonzalo Pizarro. Algunos pizarristas desde zonas del interior de Piura, cometían actos de sabotaje contra las fuerzas del virrey, Hubo uno, llamado Miguel Ibáñez que arrojó una gran cantidad de trigo a los jaguayes. El mencionado vizcaíno fue sometido a juicio y ajusticiado en San Miguel de Piura.
Desde Piura se envió sobre Saña una fuerza la cual tuvo que regresarse porque se supo que Gonzalo Pizarro había salido de Lima y estaba próximo a Trujillo. Era en esa época Saña una ciudad que había logrado prosperar más que Piura y en poco tiempo se convertiría en una de las principales del Perú, hasta que fue destruida por el desborde de su río.

OFENSIVA DE GONZALO PIZARRO ARRIBA

Cuando Gonzalo Pizarro envió a Villegas y Díaz Pinedo al norte, decidió de inmediato reunir gente para iniciar personalmente la ofensiva contra el virrey. Fue así como dispuso que dos ejércitos salieran de Lima, uno por tierra a las órdenes de Francisco de Carvajal, el famoso Demonio de los Andes, y otro por mar en dos navíos a las órdenes del mismo Gonzalo Pizarro con 150 soldados. Con él iba el oidor Cepeda. El anciano oidor Ortiz de Zárate, completamente achacoso, quedó en Lima. De esta forma, la real audiencia quedó desecha, ya que anteriormente Lisón de Tejada había sido enviado por Pizarro a España. Hay que manifestar sin embargo que el rey había autorizado a Blasco Núñez a formar audiencia aunque sea con un solo oidor, y eso es lo que había venido haciendo con el oidor Juan Álvarez en Piura.
Gonzalo Pizarro desembarcó con sus tropas en Santa y por tierra marchó a Trujillo. Ahí juntó sus fuerzas con las de Carvajal y juntos salieron hacia Collique (Chiclayo) en donde pasaron revista al ejército que ya contaba con 600 hombres..
Pizarro desde ese lugar, envió instrucciones a Rodrigo Ocampo, el traidor maestre de campo del virrey, para que en el mismo San Miguel diera muerte a Blasco Núñez.
Entre Jayanca y Motupe, se encontraba una tropilla realista al mando de Juan Velásquez Vela Núñez, la que al saber de la proximidad de las fuerzas de Gonzalo Pizarro se retiró rápidamente hacia Piura y dio cuenta al virrey.

CORRERÍAS DE BOCHICAO ARRIBA

Hernando de Bochicao que había tomado Panamá, cometió una gran cantidad de crímenes y robos, por lo que la población quedó predispuesta en contra de Pizarro. Se tramó una conspiración para asesinar a este indigno hombre y entre los comprometidos estaba Bartolomé Pérez, el marino que había capturado en Tumbes y que en Paita se plegó a Blasco Núñez. Descubierto el complot, hizo dar muerte a varios entre ellos a Pérez.
Cuando Gonzalo Pizarro salía de Trujillo, lo mismo hacía Bochicao de Panamá. Retornaba con una flota de 26 barcos de todo tamaño, cargado de riquezas, producto de hurtos y con 400 hombres.
Al llegar a Tumbes, pensó en desembarcar para atacar y saquear Quito y cortar también la retirada al virrey que supo estaba en Piura. El virrey trató de ganarse a Bochicao, pero este rechazó la oferta. Fue uno de los pocos actos de lealtad que mostró este feroz individuo.

EL VIRREY ABANDONA SAN MIGUEL DE PIURA ARRIBA

Blasco Núñez de Vela, en algún momento pensó en atrincherarse en Piura, pero ante el riesgo de ser cercado entre las fuerzas de Bochicao y de Gonzalo Pizarro optó por retroceder hasta Quito en donde podía recibir ayuda de Benalcazar.
A Piura había llegado un soldado portugués apellidado Oliveira el cual se decía desertor de las tropas de Pizarro. Pero el virrey sospechó que se trataba de un espía por cuyo motivo dispuso que Rodrigo de Ocampo lo redujera a prisión y le aplicara tormento para hacerlo hablar. No acató el maestre de campo la orden y esto aumento la sospecha del virrey de la complicidad de Ocampo. Por el momento disimuló la desobediencia y dispuso la vigilancia del capitán Jerónimo La Serna que también se había mostrado muy sospechoso.
Cuando el virrey decidió evacuar San Miguel de Piura y retirarse a Cajas para de ahí pasar a Ayabaca y Quito. Ya los ejércitos de Pizarro estaban muy próximos.

PIZARRO MARCHA A PIURA ARRIBA

Estando Gonzalo Pizarro en Motupe, dividió sus fuerzas en dos grupos. Una menor al mando del capitán Juan de Acosta, debía de seguir por la costa y tomar Piura que había sido abandonada por el virrey, mientras que la fuerza principal mandada por Pizarro se dirigía a Serrán para de ahí internarse por las serranías en persecución de Blasco Núñez de Vela.
Con relación al avance de Gonzalo Pizarro sobre Piura, el Inca Gracilazo de la Vega dice lo siguiente:
“Cuando Pizarro en aquella provincia de Collique y en sus comarcas, hizo gran diligencia para recoger muchos bastimentos y cosas necesarias para su ejército, especialmente porque había de pasar por un despoblado de más de 20 leguas de largo, que en todas ellas no hay agua ni refrigerio alguno, sino mucho calor. Para impedir el peligro tan evidente, hizo gran diligencia en que se proveyese de agua para el camino. Mandó a todos los indios comarcanos que trajesen gran cantidad de cántaros y tinajas; dejando allí todas las cargas de la gente de guerra, de vestidos, ropas y camas, que no les eran necesarias, proveyó que los indios que habían de llevar aquellas cargas fuesen cargados de agua para el bastimento de aquel despoblado, así para los caballos y otras bestias, como para sus personas.
Cargaron los indios y se pusieron todos a la ligera, sin llevar ningún servicio, porque el agua que no les faltaron, y puestos así a punto enviaron delante veinticinco de a caballo por el camino ordinario.”
Hasta aquí el relato del Inca Garcilaso de la Vega.
Como se puede apreciar, una vez más los indios, completamente subyugados, son utilizados sin miramiento de ninguna clase, como bestias de carga.
Cuando el virrey dejó Piura, algunos soldados y oficiales no quisieron seguirlo. Los pizarristas tomaron a varios prisioneros y Carvajal dispuso fueran ahorcados. Si embargo el contador Alonso Rangel logró librarse del suplicio entregándole al Demonio de los Andes una buena cantidad de oro y de plata. El feroz capitán pizarrista era muy venal y lo único que lo ablandaba era el dinero.

PERSECUCIÓN DEL VIRREY ARRIBA

Gonzalo Pizarro entregó el mando de su vanguardia a Carvajal para que diera caza al virrey.
La traición de Rodrigo Ocampo se hacía cada vez más notoria y eso lo notó el virrey
En Cajas desertaron de las filas realistas los capitanes Jerónimo Castilla y Lope de Urrea. Muy diferente fue la actitud del capitán Cristóbal de Mosquera que solicitó permiso del virrey para dejar sus filas pretextando que tenía urgencia de ir a ver a su hermano que estaba gravemente enfermo. El capitán Jerónimo de La Serna, creyendo que Mosquera iba a reunirse con Pizarro, le encargó que lograse para él, perdón de Gonzalo a fin de pasarse a sus filas. El capitán Mosquera se decidió al fin, confesar a Francisco Hernández de Girón todo el complot existente, para traicionar al virrey y aún matarlo.
Mientras tanto Rodrigo Ocampo propuso al virrey entrar en tratos con Gonzalo Pizarro, ofrecerle una buena suma y persuadirlo que se fuera a España. El virrey aparentó aceptar el plan para darse un respiro en el acoso a que se veía sometido por las tropas de Pizarro, pero sin confiar en el éxito del plan y más bien aumentó sus sospechas contra Ocampo. Se nombró entonces una comisión para entrevistar a Pizarro, la misma que fue interceptada por Carvajal, que procedió a colgar a todos de un árbol.
El virrey, considerando que muchos de sus soldados no resistían la agitada campaña en la sierra de Ayabaca, los fue licenciando y sólo se quedó con un puñado de 80 hombres. En forma muy extraña, Carvajal, a medida que avanzaba, hacía tocar sus clarines, lo que advertido por el virrey, hacía que éste apurase la marcha.
En Ayabaca, Carvajal apresó a Antonio Carrillo, que logró la libertad pagando fuerte suma. Con el correr de los años, este Carrillo incitó a rebelarse a Hernández de Girón. Carvajal en su avance capturaba a los rezagados del virrey y a todos les dio muerte. Entre ellos estaban, un tal Montoya vecino principal de San Miguel; Rafael Vela, un Balcázar y un vecino principal de Puerto Viejo apellidado Briceño. Gonzalo Pizarro quedó muy disgustado de la forma como Carvajal conducía la vanguardia y lo reemplazó por Benito Suárez de Carvajal, al cual se juntó Juan de Acosta con 60 hombres de a caballo
El virrey hizo seguir proceso sumario por traición a los capitanes Jerónimo de La Serna y Gaspar Gil, siendo ejecutados. Al fin el virrey logró distanciarse de sus perseguidores y llegó a Tumibamba, en donde permaneció dos días, reuniendo a los grupos dispersos de sus soldados. En esta ciudad dispuso que su oidor Juan Álvarez abriera juicio contra Rodrigo y Diego Ocampo, siendo ambos sentenciados a muerte. A maestre de campo se le dio garrote, pero a Diego se le perdonó la vida ya que juró ser fiel en lo sucesivo al virrey


INTRIGAS EN EL CAMPAMENTO DE PIZARRO ARRIBA

Antes de internarse en el territorio de Quito, Gonzalo Pizarro reunió a sus capitanes para tomar consejo. Diego de Maldonado, fue de opinión de que se sometieran a la obediencia del rey, lo cual irritó a Pizarro y Carvajal y se le mandó a callar. Maldonado era uno de los que huyó del Cuzco cuando Blasco Núñez de Vela arribó a Lima, puesto que no quería seguir a Pizarro. Cuando posteriormente Pizarro ingresó a Lima, Carvajal persiguió a Maldonado con una soga para ahorcarlo por traidor, librándose de morir por las influencias que tenía el perseguido. Lo mismo sucedió con Benito Suárez de Carvajal a quien ya Carvajal había puesto la soga al cuello.
Por la noche apareció en la casa de Gonzalo Pizarro, una carta anónima, en que le dan consejos, en forma tal que le causó tremendo desagrado. Las sospechas lógicamente recayeron lógicamente en Maldonado, el cual fue puesto en tormento por Carvajal sin lograr que confesara. Bochicao en cambio sospechaba del licenciado Rodrigo Niño, el cual fue acorralado por varios españoles puñal en mano, terminado por confesar ser el autor. Gonzalo Pizarro pidió disculpas a Maldonado y desterró a Niño.

EL VIRREY LLEGA A QUITO ARRIBA

Gómez de Estacio, uno de los que se unió al virrey cuando desembarcó en Tumbes, apareció en Quito y dijo que era perseguido por Bochicao que marchaba también rumbo a esa ciudad. Pretendió entonces que se pusiera a sus órdenes las fuerzas leales que había en esa ciudad pero el alcalde Diego Torres se negó a ello. Mientras tanto el virrey había tomado conocimiento de las pretensiones de Estancio y sabiendo que pensaba sustraer las fuerzas de Quito para ponerlas a disposición de Pizarro, ordenó que se adelantara el capitán Francisco Hernández Girón y lo neutralizara, lo que así hizo. Cuando Blasco Núñez llegó a Quito sometió a Estancio a consejo de guerra y lo condenó a muerte, lo mismo que a Álvaro Carvajal y otro oficial de apellido Ojeda.
En Quito, el virrey volvió a pedir asistencia a Benalcazar, el cual le envió al valiente capitán Juan Cabrera con un contingente de soldados. El virrey siguió avanzando hasta Popayán, pero Benalcazar no podía darle mayor ayuda por estar comprometido a una guerra a muerte con irreductibles indios salvajes. A poco de salir Blasco Núñez de Vela a Quito, la ciudad fue ocupada por las huestes de Gonzalo Pizarro que en conjunto sumaban 700 hombres
El virrey sólo contaba con 400 hombres y nombró como maestre de campo al capitán Juan de Cabrera. Luego mandó ahorcar a Oliveira ya que se le llegó a comprobar que tenía intención de asesinar al virrey.
Pizarro en determinado momento avanzó con su ejército hacia el norte para seguir persiguiendo al virrey pero consideró que era más prudente permanecer en Quito y retornó a la ciudad.
En esos días supo Pizarro que el capitán Diego Centeno se había sublevado al sur del Perú y dispuso que Francisco Carvajal partiese para combatirlo. Este tomó sólo 12 hombres de su entera confianza y partió al Perú en octubre de 1545.
Un tránsfuga del ejército se presentó a Pizarro con la clave secreta que utilizaba Blasco Núñez en sus comunicaciones. Pizarro recurrió a un ardid, hizo creer mediante la clave de que partía al Perú para combatir a Centeno y que en Quito sólo quedarían Puelles con 300 hombres. El virrey cayó en la trampa

IÑAQUITO ARRIBA

El 1º de enero de 1546 salió el virrey de Pasto rumbo a Quito, con 400 soldados, mientras que Pizarro contaba con doble fuerza y había salido de la ciudad para esperarlo en una zona inexpugnable. Sin embargo, el virrey con hábiles maniobras logró penetrar a la ciudad, que estaba desierta y empobrecida. Tanto Benalcazar como el virrey comprendieron que su casa estaba perdida, por cuyo motivo aquel propuso entrar en tratos con Pizarro. El virrey no aceptó la propuesta manifestando que con traidores ni hay palabra, ni la guardan y que si el rey lo había hecho caballero, tenía que pelear como tal y así servir a su Dios y a su rey.
Un sacerdote, Jacobo Ricke, aconsejó al virrey refugiarse en su convento de Quito y disponer que Benalcázar con las tropas se retirase hacia Popayán, pero el valeroso anciano, no obstante que sabía que no tenía ninguna esperanza de triunfo, prefirió luchar. Fue así como las mismas tropas reales iniciaron el ataque. Aún dada la desproporción numérica, de ánimo y abastecimiento, la batalla duró más tiempo de lo previsto. Murieron en la acción 50 realistas y 20 pizarristas, pero éstos después de la batalla mataron a 70 más, en una acción sin nombre.
El viejo virrey luchó como bravo y vendió cara su vida. Varios pizarristas cayeron bajo el golpe de su espada, entre otros el capitán Alonso Montalvo. El virrey cayó cuando recibió un golpe de hacha que le dio Hernando Torres de Arequipa. Blasco Núñez ya había roto su lanza. Se encontraba mal herido y estaba confesándose con el sacerdote Francisco Herrera, cuando se le acercó Benito Suárez de Carvajal, hermano de Illán matado en Lima por el Virrey. El capitán Benito había estado buscando a Blasco Núñez por todo el campo de batalla entre los caídos. El vengativo español iba a darle muerte con su propia mano, pero como se le afeara ese cobarde comportamiento con un caído, ordenó a un esclavo morisco que tenía a su servicio que le cortase la cabeza. Así eliminaban sin escrúpulos antiguamente, obligando hacer a los esclavos lo que suponían no era digno hacerlo por sí mismo. A la cabeza cercenada le fue taladrado el labio inferior por donde le pasaron una cuerda, que arrastró Suárez de Carvajal, mientras el esclavo pregonaba, que así se había hecho justicia con un traidor. ¡Así de errado era el concepto de lealtad!
La cabeza del virrey fue luego puesto en la picota en Quito. Este salvaje e indigno proceder fue desaprobado por Gonzalo Pizarro, que ordenó se juntaran los restos y se le tributaran honras fúnebres como correspondía a su alta investidura. Hubo también un cobarde capitán pizarrista, Juan de la Torre que arrancó las barbas de la cabeza del virrey y con ellas se hizo un penacho para su gorra. Como se puede apreciar, nada tenían que criticar estos representantes de un mundo que se suponía civilizado, cuando simulaban escandalizarse porque los indios, hacían tambores con la piel de sus vencidos.
Este capitán Juan de la Torre y Villegas llamado el madrileño, era un sujeto ruin, malvado y felón. Con anterioridad había traicionado al pariente del virrey, el capitán Vela Núñez del que era su amigo, cuando un año antes había estado en Lima. Su vida fue una sucesión de ruindades, hasta que la Gasca, lo apresó en la acción de Jaquijaguana y lo hizo ahorcar en el Cuzco. Este Juan de la Torre, no es el mismo, que tuvo por sobre nombre “el viejo” y que fuera uno de los 13 del Gallo, a quien Francisco Pizarro castigó en San Miguel por injustificadas sospechas y posteriormente fue siempre fiel al rey. Tampoco tiene que ver el “madrileño” con Juan de la Torre “el mozo” que por participar en la rebelión de Hernández de Girón fue ajusticiado después.
Antes de la batalla de Iñaquito desertaron de las filas del virrey, el incorregible Diego Ocampo y los desleales capitanes Bazas, Ahumada, Cepeda, Luis Vargas y otros
Murieron en el campo de batalla defendiendo la causa del rey, el leal capitán Juan de Cabrera, lo mismo que Sancho Sánchez Dávila y los capitanes Zamudio, Gallegos y Seguro.
Resultaron heridos el oidor Álvarez, que no obstante su edad y achaques luchó como todo un valiente, así como Sebastián de Benalcázar, Montemayor, Hernández Girón, Campomanes, Delgadillo, García Torres, Gaspar Mejía, Ballón, Diego de Torres y otros.
El indigno y cobarde oidor Cepeda, hizo ahogar a su colega Juan Álvarez. Los capitanes Heredia, Antón y Bello fueron ahorcados por orden de Pizarro. Los capitanes Diego de Torres, Tapia, Sancho de Carrera y Sarmiento que se habían refugiado en un templo de Quito, fueron extraídos de él y ahorcados.
Parece que el capitán Diego de Torres estuvo en la fundación de San Miguel y permaneció en esa ciudad, pues no se encuentra en la relación del reparto en Cajamarca..
El hecho es que acompañó a Benalcázar cuando éste marchó sobre Quito y en 1539 Torres fue nombrado teniente gobernador de San Francisco de Quito, donde recibió también una encomienda.
Durante su permanencia en San Miguel, el capitán Torres había sido regidor y tenido un hijo que fue el capitán Juan Torres de Calderón, tesorero de la Santa Cruzada de Trujillo.
Diego de Torres fue destituido de su cargo en Quito, por Lorenzo Aldana, partidario de Gonzalo Pizarro, pero posteriormente fue nombrado alcalde de la ciudad, cargo en que lo sorprendió la llegada del virrey fugitivo, al cual dio recibimiento y apoyó como leal súbdito del rey. Tomó parte en la batalla de Iñaquito y después de la derrota se refugió con otros capitanes en el sagrario de la catedral de donde lo sacaron los partidarios de Gonzalo Pizarro, sin respetar los fueros de la Iglesia como santo lugar de asilo.
Su hijo el capitán Juan de Torres y Calderón fue principal vecino de Trujillo. Entre sus descendientes están los Ramírez Loredo y el conde de San Javier
La acción de Iñaquito se realizó el 18 de enero de 1546