viernes, 6 de noviembre de 2009

C A P I T U L O I


LA TRÁGICA INICIACIÓN DEL VIRREINATO



- El virreinato
- Las Ordenanzas
- Los límites del virreinato
- El primer virrey del Perú
- El virrey en Piura
- El virrey falla a favor de los indios
- El virrey parte hacia Lima
- La rebelión de Gonzalo Pizarro
- Desembarco del virrey en Tumbes
- El virrey reorganiza sus fuerzas
- La guerra en Piura
- Yo no compro a mis soldados, los escojo
- Piura cabeza de gobierno
- Ofensiva de Gonzalo Pizarro
- Correrías de Bochicao
- El virrey abandona San Miguel
- Gonzalo Pizarro marcha a Piura
- Persecución del virrey
- Intrigas en el campamento de Pizarro
- El virrey llega a Quito
- Iñaquito



EL VIRREINATO ARRIBA

El emperador Carlos V, comprendió que no podía dejar en manos de los conquistadores el gobierno de las tierras de América. Fue así como convirtió a México en virreinato, quitándole a Hernán Cortés en 1539 todo mando civil y dejándolo como capitán general con limitadísimas atribuciones.
Al conocer el rey la muerte de Francisco Pizarro ocurrida el 26 de junio de 1541, resolvió hacer del Perú un virreinato.
Esta decisión fue precedida, por la promulgación de las primeras ordenanzas que se dieron para el buen gobierno de los territorios conquistados y evitar el abuso que se cometían con los indios.
En abril de 1543 el emperador Carlos V, nombraba al primer virrey del Perú en la persona de don Blasco Núñez de Vela
Sólo 11 años habían transcurrido desde que Pizarro había desembarcado en Tumbes.
En ese corto tiempo, no sólo conquistó un gran imperio, sino que los españole afianzaron su dominio
No obstante las sangrientas guerras civiles, las ciudades se habían poblado y crecido. Una gran cantidad de pequeños pueblos habían surgido. Millares de españoles llegaron atraídos por las riquezas del Perú, no con el ánimo de hacer fortuna y retornar a la península, sino con el propósito de afincarse definitivamente en las nuevas tierras. Por eso es que no venían solos, sino que traían a sus familias.
Se iniciaba el sedentarismo, y aún cuando en modo alguno se había apagado el espíritu aventurero y una gran cantidad de españoles prefería placidez del hogar a los azares de la guerra. Muchos eran encomenderos, pero otros no. Los primeros deseaban dedicarse a explotar lo que consideraban la justa recompensa de su trabajo y mientras se respetase ese patrimonio tan duramente ganado, estaban dispuestos a vivir tranquilamente.
Los españoles trajeron animales domésticos, que rápidamente se reprodujeron, así como algunas plantas que se daban en Europa pero no en estas tierras, y que se aclimataron muy bien; pero también trajeron ciertas enfermedades que no eran conocidas entre los indios y esos huéspedes indeseables que son las ratas y que los indios las creían procedentes del mar, por haber llegado a nado desde los barcos que llegaron a Paita y al Callao.
Muchas ciudades crecieron rápidamente y tomaron gran importancia como Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo y Quito; mientras que la primera fundación, San Miguel, seguía vegetando, no obstante tener escudo.
Con el nombramiento del virrey, se abre un nuevo capítulo en la historia del Perú que iba a durar 277 años hasta el momento en que San Martín proclamó la independencia.
Blasco Núñez de Vela inicia una relación de 40 personas que tuvieron título de virrey, oficialmente otorgado o cuando menos reconocido por la corona española, que ejercieron el cargo.
La iniciación del virreinato en el Perú habría pasado desapercibida para los españoles residentes en estas tierras, si es que no hubiera recibido Blasco de Núñez de Vela la orden de hacer cumplir las ordenanzas, que fueron tan mal recibidas en toda América. Eso fue lo que motivó que el virreinato peruano se iniciara con un mar de sangre

LAS ORDENANZAS ARRIBA

Tan pronto los primeros españoles pusieron pie en las tierras de América con Cristóbal Colón, se comenzó a abusar de los indios, no solo despojándolos de sus tierras y riquezas, sino también de su libertad personal, reduciéndolo a la simple condición de siervo, a ellos y sus familiares.
Fray Bartolomé de las Casas y otros muchos sacerdotes, así como hombres de gran sensibilidad denunciaron ante Carlos V estos abusos. En el Perú, los indios tuvieron ardorosos defensores, que hicieron conocer al Emperador, la triste condición en que se encontraban.
Fray Tomás de San Martín, uno de los testigos de la fundación de San Miguel, fue de los primeros que denunció los abusos de los encomenderos.
Fray Tomás de Berlanga, siendo obispo de Panamá, fue comisionado por el rey de España para que constate en el Perú, las denuncias que se hacían sobre los abusos de los encomenderos y conquistadores en general. El citado religioso llegó al Perú cuando se iniciaban los desacuerdos entre Pizarro y Almagro. El rey le encomendó entonces que estableciera la línea divisoria entre los gobernantes de los dos conquistadores, pero no pudo cumplir la misión por la obstrucción de Pizarro. Berlanga hizo un informe duro pero veraz de la situación sumamente aflictiva de los indios y del despoblamiento que se estaba produciendo por su mortandad.
Cuando ya se habían iniciado a redactar las ordenanzas, llegó a España una nueva denuncia del Bachiller Luis de Morales, en la que hacía un largo relato de crueldades y abusos, al que llamó “Memorial”
Carlos V quedó muy impresionado y también contrariado por esos informes y decidió cortar el mal de raiz y en forma drástica. Hasta ese momento se carecía de una legislación para los territorios recién conquistados. Las Ordenanzas o Leyes de Indias fueron promulgadas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542 en Barcelona y el 4 de junio del año siguiente recibieron adiciones.
Las Ordenanzas comprendían 39 artículos de los que 15 estaban destinados a asegurar un buen trato a los indios como súbditos del rey de España con todos los derechos.
Disponían las Ordenanzas que:
- Los indios eran personas libres y vasallos reales
- Las Reales Audiencias, debían de vigilar que se diera buen trato a los indios y cuidar de que se cumplieran las ordenanzas dadas en su favor.
- Por ninguna causa, ya sea por rebelión, guerra, rescate, etc. se podría reducir a los indios a la esclavitud.
- Las personas que tenían indios a su servicio sin justo título debían de ponerlos en libertad
- No se les podía imponer cargas o impuestos salvo los absolutamente necesarios, ni obligaciones de trabajos excesivas que pudieran perjudicar su salud y su vida, debiendo el trabajo ser voluntario y con jornal justo
- Se prohibía que los virreyes, los gobernantes, sus tenientes, oficiales reales, los prelados, monasterios, hospitales, religiosos, cofradías, casas de moneda, y oficiales de la real hacienda, tuvieran indios en encomienda. Los que los tuvieran tenían que ponerlos a disposición de la corona.
- Los repartimientos que se consideraban excesivos, debían ser reducidos
- Los encomenderos que dieran mal trato a los indios, debían ser privados de ellos y lo mismo los que habían participado en las luchas de Pizarro y Almagro.
- En lo sucesivo ni aún los virreyes podrían encomendar indios y cuando un encomendero muriese, los indios deberían ser puestos a disposición de la Corona
- Los conquistadores que no tuvieran encomienda debían de recibir una asignación para su mantenimiento proveniente del tributo que pagaban los indios
Como se puede apreciar, casi la totalidad de los encomenderos eran candidatos a perder tierras e indios por haber participado en las guerras civiles o por haber dado mal trato a los indios.
Antes de que el rey de España nombrase al primer virrey del Perú, se conocieron en el Perú las Ordenanzas y se prepararon a desacatarlas. Se vivía un ambiente tenso y de gran incertidumbre, y como sabían que el virrey sería el encargado de hacerlas cumplir, habían decidido solicitarle que las dejara en suspenso mientras se pedía al rey la modificación de las mismas. Si el virrey no aceptase, estaban dispuestos ir a la resistencia armada.
Fue en estas circunstancias poco propicias, que se produjo el nombramiento de Blasco Núñez de Vela.
Los encomenderos piuranos, participaban del criterio general: eran hostiles a las Ordenanzas, y los hechos posteriores justificarían sus temores por que fue por Piura en donde se empezaron a ser cumplidas

LOS LÍMITES DEL VIRREYNATO ARRIBA

Aún no había llegado el primer virrey al Perú y ya el emperador Carlos V había organizado el virreinato del Perú dividiéndolo en 7 audiencias que eran: Panamá, Santa Fe, San Francisco de Quito, Lima, Charcas, Chile y Buenos Aires. Fue según Real Orden del 1º de marzo de 1542.
De esta forma desaparecían las gobernaciones de Nueva Castilla y de Nueva Toledo la causa de la sangrienta lucha entre los conquistadores Pizarro y Almagro, y del mismo modo quedaba en la nada la gobernación lograda por Benalcázar. Por último, Panamá que había jugado papel importante en los tiempos iniciales de la conquista, quedaba en condición subordinada.
El virreinato de Lima constituía un enorme territorio que ocupaba la mayor parte de América del Sur. En el lado oriental del sub-continente sólo existía Brasil que le había tocado a Portugal.
La Audiencia de Quito recién empezó a funcionar en 1563
Quedaron comprendidos dentro de los límites de la Audiencia de Quito las zonas de Quito, Cuenca, Zamora, Valladolid, La Zarza, Loja, Jaén, La Canela, Quijos, Guayaquil y Tumbes; este último hasta los límites de Paita.
Sin embargo, esta jurisdicción fue simplemente judicial por que en cuanto a la administración política el Virrey tenía autoridad directa sobre Tumbes.
Posteriormente se creó el obispado de Quito, el corregimiento de Piura quedó bajo su jurisdicción hasta 1577 en que se creó el obispado de Trujillo.
Como se puede apreciar, las áreas jurisdiccionales de la audiencia de Quito no coincidían con las del obispado.
Fue recién el 27 de mayo de 1717 que por Real Cédula, se creó el virreinato de Nueva Granada o Santa Fe, que lo integraron la capitanía general de Venezuela y las audiencias de Nueva Granada, Panamá y Quito.
Posteriormente veremos como en Julio de 1803, la provincia de Guayaquil es segregada de la audiencia de Quito y pasa a constituir parte integrante del virreinato del Perú y así estaba hasta el año 1810 cuando las naciones de América española, aplicaron el principio de Uti possidetis, para la determinación de sus fronteras.
Por lo tanto, Guayaquil al momento de su independencia iniciada desde las juntas de gobierno de 1806 era parte del Perú y sólo las intrigas del libertador Bolívar y de Sucre, y la inercia de San Martín, permitieron su segregación por acto de fuerza, para que fuera a formar parte de la Gran Colombia.
Cuando Vaca de Castro llegó al Perú existían dos gobernaciones.

EL PRIMER VIRREY DEL PERÚ ARRIBA

Se ha dicho que por las circunstancias, el nombramiento de Blasco Núñez de Vela, fue inconveniente dado su carácter, en el que la terquedad era lo característico.
El criterio es en realidad injusto. El virrey actuó como actuó, no por terquedad, sino por que tenía instrucciones personales y directas del propio emperador de proceder en la forma como lo hizo, aún cuando más tarde el monarca se desdijera.
Para el virreinato del Perú se había propuesto una terna compuesta por Blasco Núñez, el mariscal Navarra y don Antonio de Leiva.
Carlos V tenía mucho afecto por Blasco Núñez y a eso se unía una gran confianza pues había prestado muy grandes servicios a la corona. Era honrado, valiente y leal; pero al mismo tiempo violento, poco contemporizador y obstinado hasta los límites de la intolerancia.
Blasco Núñez no quiso aceptar el nombramiento pero el Emperador lo confirmó en abril de 1543 y nombró a los miembros de la Real Audiencia de Lima: Cepeda, Tejada, Álvarez y Ortiz de Zárate. Estos hombres iban a ser elementos de discordia y actuarían con notoria deslealtad.
Carlos V dio instrucciones precisas a Blasco Núñez de la forma como debía proceder:
- Que revisara las instrucciones que habían sido dadas a Vaca de Castro, y las que éste no hubiera cumplido, las hiciera cumplir.
- Que trajera al Perú el mayor número posible de religiosos para que se instruyera a los indios en la fe católica.
- Que los indios que estaban en otras tierras se les restituyera a su lugar de origen.
- Que procurase atraerse a Manco Inca, otorgándole perdón y dándole el mejor tratamiento posible
- Por último, le encargó “mostrase severo, castigador de pecados, para que nadie presumiese que por no hacerlo los disimulaba o sufría”. Le encargó también mucho celo en hacer cumplir las nuevas leyes.
Blasco Niñez, como leal servidor del rey y obediente a su mandato, vino decidido a cumplir con los deseos de su monarca, para aplicar leyes que consideraba justas. Con eso rubricó su sentencia de muerte.

EL VIRREY EN PIURA ARRIBA

Blasco de Núñez partió de España el 3 de noviembre de 1543, con gran séquito que incluía a su hermano, cuñado, a muchos caballeros, y los cuatro oidores
Con el virrey venía al continente americano una gran flota que se fraccionó a la altura de las islas Canarias, habiendo llegado Blasco Núñez al istmo de Panamá, el 10 de enero de 1544
De inmediato y en cumplimiento con lo dispuesto por el Rey, procedió con exagerada energía. A numerosos españoles que, portando riquezas adquiridas en el Perú, se dirigían a la Península, se les embargó bajo el supuesto que fuesen fruto de exacciones cometidas contra los indios. Por otra parte se enteró de que en Panamá había 300 indios procedentes del Perú y con la mejor intención dispuso su repatriación, muriendo muchos de estos infelices en la travesía. El virrey no quiso escuchar a los oidores que le aconsejaban ser más prudente y bien pronto llegó al Perú la noticia de la dureza como estaba actuando en Panamá.
El virrey dejó en Panamá a los oidores y partió al Perú, llegando a Tumbes el 4 de marzo
Mientras tanto, Vaca de Castro había convocado en el Cuzco a una reunión de notables a los cuales leyó las Ordenanzas y ante las protestas de los encomenderos, los llamó a la obediencia y el orden. Descontentos los encomenderos fueron a quejarse ante Gonzalo Pizarro que estaba en su repartimiento de Charcas y lo incitaron a que encabezara la protesta y se apoderase del Gobierno como heredero del Conquistador su hermano Francisco.
El virrey llegó solo a Tumbes, pues los oidores habían quedado aún en Panamá. Blasco Núñez, llegó a conocer en la ciudad norteña, que había un criterio ya predispuesto en su contra en todo el Perú. Para atenuar eso, anunció que no pensaba poner en vigencia algunas disposiciones, que Vaca de Castro había dejado hacer y que se referían a la utilización de los indios en el laboreo de las minas.
Desde Tumbes, el virrey principió a dictar disposiciones, a favor de los indios lo cual indignó a los encomenderos. Entre los que más encono tenían contra el representante del Rey, estaban los curas párrocos y sacerdotes en general que utilizaban gran cantidad de indios, ya sea para su servicio personal, de las parroquias, conventos u hospitales. Se llegó a decir que el virrey había hecho ajusticiar a un religioso en Tumbes, lo cual era falso.
Al principio, el virrey, quiso visitar Guayaquil y Quito, pero optó por posponer esa visita y más bien se dirigió a San Miguel de Piura.
La entrada de Blasco Núñez a la pequeña ciudad, fue azarosa. Las mujeres de los españoles salieron a las calles, y pifiaron, insultaron y amenazaron al representante del rey.
El Virrey trató de mostrarse contemporizador y convocó a los vecinos a una reunión para explicarles lo que el Emperador le había encargado, sugiriéndoles que solicitaran la modificación de las ordenanzas y nominasen delegados o personeros para tal gestión. Como los vecinos solicitaban que mientras tanto suspendiese la ejecución de las ordenanzas, les manifestó que no estaba en sus atribuciones hacerlo, por cuanto había recibido orden directa del rey. Esto rompió las negociaciones.
Pero también los indios habían llegado a tener conocimiento de las ordenanzas que les favorecían, por cuyo motivo varios caciques se apersonaron ante el virrey, para denunciar que muchos indios estaban ilegalmente reducidos a la condición de siervos. El virrey ordenó de inmediato su libertad, lo cual hizo grande el odio de los encomenderos piuranos.

EL VIRREY FALLA A FAVOR DE LOS INDIOS ARRIBA

Los curacas de la región también acudieron en queja ante el virrey, pidiendo les reconocieran como propietarios de las tierras que habían recibido de Vaca de Castro a título oneroso.
Los caciques de Colán, Paita, Catacaos, Sechura y Santo Domingo, exhibieron documentos, que portaban haber pagado a los tesoreros de Vaca de Castro, hasta el equivalente a 20,000 pesos, según recibos que mostraban, por las tierras de los valles del Chira y del Bajo Piura.
Ante esta situación, el virrey expidió una ordenanza en la misma San Miguel, el 9 de mayo de 1544, por la cual no sólo se les reconocía a los indios la propiedad de tierras libres dentro de un amplia área, que por el norte principiaba en Pariñas y por el sur avanzaba hasta Olmos, sino que además suprimió el pago del tributo de los quintos y de la mita, hasta que entrasen en vigencia a plenitud las nuevas ordenanzas.
Demás está decir que esto encolerizó tremendamente a los españoles en Piura, poniéndolos decididamente en su contra.
Jacobo Cruz en “Catac-Caos” relata la compra de tierras que hicieron los indios a Vaca de Castro.

EL VIRREY PARTE HACIA LIMA ARRIBA

Partió el virrey hacia Lima por tierra y en Trujillo, ciudad que había crecido ya grandemente, se hizo tributar recibimiento oficial y solemne y bajo palio. Era pues una recepción, aunque obligada, muy diferente a la de Piura. En Trujillo, Blasco Núñez, continuó poniendo en vigencia las ordenanzas a favor de los indios.
Cada día que transcurría, el virrey se ganaba más y más poderosos enemigos. En cambio, los beneficiados que eran los indios, nada hicieron a favor del representante del monarca. Estaban con espíritu muy decaído, faltos de iniciativa y sin jefes de jerarquía que lograran juntarlos para que pudieran significar una fuerza capaz de hacer frente a sus opresores. Éstos tenían el campo libre frente a Blasco Núñez.
En Barranca, cerca de Lima, en la posada donde el virrey hizo un alto, encontró un letrero que decía: “a quien me viniera a quitar mi hacienda, quitárele he la vida”. Su autor era el encomendero Antonio del Solar. En todo el trayecto de Trujillo a Lima, el virrey encontró hostilidad y le negaron las vituallas. Una comisión que había partido de Lima para recibir al virrey en Piura y pedirle dejara en suspenso las ordenanzas, se regresó a la capital a poco de salir, porque recibieron noticias de las decisiones del virrey. Esa comisión la integraban Juan de Barbarán, el que sepultó el cadáver de Pizarro; Diego de Agüero, que fuera uno de los fundadores de San Miguel, el factor Illen Suárez de Carvajal, Lorenzo Estupiñán, Pablo Meneses, Hernán Vargas, el dominico fray Egidio y otros más. Al virrey contaron en Barranca que Suárez de Carvajal había proferido insultos y amenazas en su contra. Desde ese momento le tuvo ojeriza y eso iba a terminar en tragedia para ambos.
El virrey hizo su ingreso a Lima el 17 de mayo de 1544 con gran pompa. Los oidores con sus familiares llegaron por tierra el 1º de julio. Durante el recorrido desde Tumbes habían recibido quejas de los españoles avecindados en las diversas ciudades, contra el virrey y ellos habían ofrecido ponerles remedio. En Lima las relaciones entre el virrey y los oidores fueron tirantes.

REBELIÓN DE GONZALO PIZARRO ARRIBA

Despertada la ambición de Gonzalo Pizarro, marchó desde Charcas al Cuzco al cual encontró revolucionado contra el virrey. Prácticamente todo el sur se le plegó. Cuando el virrey entraba a Lima, Gonzalo Pizarro contaba ya con poderosas fuerzas, y se proclamó capitán general del Perú, desconociendo la autoridad del virrey.
Mientras tanto en Lima el virrey cometía una serie de errores y arbitrariedades que lo mal quistaron con todos. Puso en prisión a Vaca de Castro del cual desconfiaba, y rompió definitivamente con la mayoría de los oidores, que resultaron ser gente desleal y alborotadora
Un gran contingente de vecinos y soldados de Lima, desertaban de noche y se iban a unir con las tropas de Gonzalo Pizarro. El 13 de septiembre el virrey mandó a llamar a Illán Suárez de Carvajal, y lo acusó de instigar las deserciones. Tras la discusión, el virrey sacó su daga y dio muerte a Suárez de Carvajal. Esto precipitó los hechos. Los oidores en franca rebelión convocaron a un cabildo abierto y se decidió la captura del virrey y su remisión a España. El 24 de septiembre partía el virrey rumbo a Panamá bajo la custodia del oidor Álvarez. La Audiencia trató de asumir el poder, Francisco de Carvajal que era maestre de campo de los ejércitos de Pizarro lanzó un ultimátum para que Lima se pusiera a las órdenes del rebelde. Fue así como el 28 de octubre de 1544, Gonzalo Pizarro hacía su ingreso a la Ciudad de los Reyes con gran pompa y un ejército bien armado de 1,200 hombres. Cuatro años después este caudillo sería ajusticiado luego de ser abandonado por todos los que le rodeaban en su triunfal ingreso a Lima.
Las traiciones y deslealtades, que fueron muy comunes en las luchas de Pizarro con Almagro, volvieron a aparecer. Nadie estaba seguro de nadie.

EL VIRREY DESEMBARCA EN TUMBES Y TOMA LA OFENSIVA ARRIBA

A poco de zarpar hacia el norte, el oidor Álvarez que llevaba detenido al virrey cambió de parecer y se puso a órdenes de su prisionero, enrumbando la nave que los transportaba hacia Tumbes. En el camino se encontraron con otra embarcación que era comandada por el capitán Álvarez Cueto, adicto al virrey y por el hermano de éste, Núñez Vela.
El barco llegó hasta Paita, en donde había dos barcos comandados por Juan Ruiz y por Rodrigo Ponce de León, que también se pusieron a sus órdenes, avanzando hasta Tumbes y desembarcando aquí, donde fue bien recibido
Blasco Núñez instaló su gobierno en Tumbes, y con el oidor Juan Álvarez, reinstaló en ese lugar la Real Audiencia. Así, aunque por breve período, Tumbes llegó a ser capital del virreinato.
El anciano virrey desplegó gran actividad y envió despachos a diversas ciudades del norte del país, solicitando refuerzos y obediencia al rey. El llamamiento fue oído y bien pronto la ciudad se llenó de soldados. De quito llegaron 10 con el estandarte real. De San Miguel de Piura, con un grupo de soldados llegaron Alonso Sotomayor y Gómez de Estacio. Montemayor había sido un capitán que durante el tiempo de permanencia del virrey en Lima había permanecido fiel al representante del rey y cuando, Blasco Núñez fue confinado en un barco en el Callao antes de ser remitido al Norte, intentó dar un golpe de mano contra el rebelde oidor Cepeda. Descubierto el complot tuvo que huir para salvar la vida. De Puerto Viejo, el corregidor Hernando Santillana remitió gruesa suma de dinero y 25 soldados al mando de Bartolomé Pérez.
El virrey pensaba marchar sobre San Miguel para hacerla centro de sus operaciones, pero en esos momentos apareció en la costa de Tumbes la flotilla de Hernando de Bachicao, que había sido enviado por Gonzalo Pizarro, con órdenes de apoderarse del virrey en Tumbes. Era éste un hombre ambicioso, interesado y sanguinario, al cual acompañó la suerte en la navegación, pues desde la salida del Callao, pudo capturar algunos barcos y al llegar a Tumbes, se apoderó del barco que obedecía al virrey. Días antes Blasco de Núñez de Vela había enviado a España para informar al rey de todos los sucesos, a su pariente el capitán Diego Álvarez Cueto y a Juan de Guzmán.
El virrey estableció su campamento a ocas leguas del norte de Tumbes, con 150 hombres. Bochicao tuvo noticia de esta fuerza y no se atrevió a desembarcar, siguiendo rumbo a Panamá. En cambio el virrey, fue mal informado y creyó que la fuerza de Bochicao era apreciable y como también supo también que otro ejército avanzaba de Lima a Piura, temió ser encerrado en un movimiento envolvente y se replegó a Quito.
Bochicao llegó a Panamá y se apoderó a la ciudad, imponiendo un régimen de terror. Era marzo de 1545.

EL VIRREY REORGANIZA SUS FUERZAS EN QUITO ARRIBA

En Quito el virrey fue bien recibido. Uno de los primeros capitanes que primero llegó al llamamiento del virrey fue el alcalde de Pasto, Hernández de Girón, que además aportó una regular cantidad de soldados. Más le hubiera valido no salir de Pasto, porque años más tarde tendría trágico fin en el Perú. Junto con Blasco de Núñez viajó el tesorero de Piura, Alfonso Rangel, en cuyo poder estaban 1’200,000 ducados que correspondían al quinto del Rey, provenientes de las minas
El virrey nombró como teniente general de su ejército a su hermano Núñez Vela y como maestre de campo a Rodrigo Ocampo, hombre que más tarde lo iba a traicionar. Tenían el comando de fuerzas, los capitanes Diego Ocampo, sobrino de Rodrigo, el fiel Alonso Montemayor, Francisco Hernández de Girón, Juan Pérez de Vergara y los capitanes Jerónimo La Serna, Blas Saavedra y Gaspar Gil.
El virrey desde Quito escribió a Sebastián Benalcazar y a Pascual de Andagoya que se encontraba en Popayán. Fue Andagoya, el español que primero intentó la conquista del Perú.}
Estando en Quito, supo el virrey que Bochicao se encontraba en Panamá y que de Lima había partido hacia Piura una fuerza mandada por Jerónimo de Villegas, Gonzalo Días de Pineda y Hernando de Alvarado. No era en realidad todo un ejército, como al principio había supuesto, sino un grupo de sólo 25 soldados, pero que seguramente se iba a ir engrosando en el camino.
El virrey supo también que desde Jaén y Bracamoros, se dirigía hacia Ayabaca el capitán Juan Díaz de Pereyra con 40 soldados fieles.

LA GUERRA EN PIURA ARRIBA

Bien pronto el departamento de Piura se convirtió en el escenario violento de las luchas entre el virrey y las fuerzas sublevadas de Gonzalo Pizarro
Blasco Núñez de Vela, decidió marchar hacia San Miguel de Piura, tanto para unirse a las fuerzas del capitán Pereyra como para oponerse al avance de Villegas. Por otra parte en Cajamarca, Melchor Verdugo encomendero de ese lugar se había levantado a favor del virrey y se proponía tomar Trujillo. En esta ciudad se encontraba el capitán Diego de Mora, hombre riquísimo, encomendero de Chicama que había hecho conocer su fidelidad a Gonzalo Pizarro. Era el capitán Mora un hombre siempre dispuesto a estar con el sol que alumbra para salvar su inmensa fortuna, lo cual al final logró asegurar.
Jerónimo de Villegas, afianzó a Mora en Trujillo y engrosó sus tropas con las que siguió hacia San Miguel de Piura, a donde llegaron con 80 hombres.
Mientras tanto el virrey, salía de Quito el 4 de marzo de 1545 y por la vía de Riobamba se dirigía hacia Piura, con el ánimo de unirse a Pereyra y batir a Villegas. Este retrocede entonces hacia Collique.
Las fuerzas pizarristas cortaron la retirada d Díaz de Pereyra, lo derrotaron y le dieron muerte, lo mismo que a su segundo capitán Heredia y a otros dos oficiales más. Los 60 hombres que traían los incorporaron a su tropa.
Mientras tanto, San Miguel de Piura, que también mostraba gran volubilidad política, se había declarado a favor de Gonzalo Pizarro, después de la salida de Montemayor. El virrey llegó a Piura con 150 jinetes y de inmediato y de inmediato salió tras de Villegas.
Estando en Ayabaca, el virrey supo de la derrota de Pereyra. Uno de sus capitanes le aconsejaron que en San Miguel castigara a su cabildo por su deslealtad, pero optó mas bien por perseguir a Villegas y a Díaz Pineda. Cinco soldados de éste desertaron y fueron a avisar al virrey donde se encontraban los pizarristas. Reemprendió la marcha el anciano Blanco Núñez y en Colliquén sorprendió a Villegas derrotándolo. Los tres capitanes se internaron en la selva y Villegas murió en manos de los indios salvajes, mientras que Díaz Pineda y Alvarado perecieron al comer yerbas que ignoraban eran venenosas. Había sido Gonzalo Díaz de Pineda uno de los testigos de la fundación de San Miguel y había intervenido en la famosa expedición a El Dorado. Debe de criticársele de que habiéndose ofrecido al virrey cuando éste llegó a Lima, logró el mando de tropa para incursionar sobre Huanuco, pero en el trayecto se rebeló plegándose a Gonzalo Pizarro.

“YO NO COMPRO A MIS SOLDADOS, LOS ESCOJO” ARRIBA

Luego del triunfo de Colliquén, el virrey celebró una reunión con sus oficiales y les expuso, su contrariedad por las desavenencias que existían entre ellos y que había resuelto embarcarse rumbo a España, para hacer conocer de que modo era servido el rey en el Perú. Era nada menos que Rodrigo de Ocampo, su maestre de campo el que fomentaba tales problemas, por su conducta sospechosa de deslealtad. Ocampo había solicitado poco antes al virrey que premiara sus servicios con condecoraciones y encomiendas ante lo cual el virrey con mucha dignidad le respondió: “estoy en muy apretada situación, pero yo no compro a mis soldados, sino los escojo”.
Era el capitán Hernández Girón de los que más desconfiaba del proceder de Ocampo, habiendo recibido del virrey la misión de controlarlo. Fue por esta razón que Francisco Hernández Girón haciendo uso de la palabra, pidió que al capitán que faltase a su deber o no fuera obediente, se le cortase la cabeza.

PIURA CABEZA DE GOBIERNO ARRIBA

El virrey decidió entonces tomar San Miguel, y sus capitanes le aconsejaron que lo hiciera por sorpresa. Prefirió sin embargo mandar unos emisarios haciendo conocer que iba hacia la ciudad. La misión fue encomendada a Juan Delgadillo, el alférez real, hombre leal a toda prueba. Tal actitud permitió que los pizarristas fugaran. Blasco Núñez autorizó que sus soldados saquearan las propiedades de los prófugos.
Mandó hacer un sello real y con el oidor Álvarez, instaló la Real Audiencia en San Miguel y despachó como lo había hecho en Lima. El otro sello real se había quedado en Lima y se encontraba en poder de Gonzalo Pizarro. Algunos pizarristas desde zonas del interior de Piura, cometían actos de sabotaje contra las fuerzas del virrey, Hubo uno, llamado Miguel Ibáñez que arrojó una gran cantidad de trigo a los jaguayes. El mencionado vizcaíno fue sometido a juicio y ajusticiado en San Miguel de Piura.
Desde Piura se envió sobre Saña una fuerza la cual tuvo que regresarse porque se supo que Gonzalo Pizarro había salido de Lima y estaba próximo a Trujillo. Era en esa época Saña una ciudad que había logrado prosperar más que Piura y en poco tiempo se convertiría en una de las principales del Perú, hasta que fue destruida por el desborde de su río.

OFENSIVA DE GONZALO PIZARRO ARRIBA

Cuando Gonzalo Pizarro envió a Villegas y Díaz Pinedo al norte, decidió de inmediato reunir gente para iniciar personalmente la ofensiva contra el virrey. Fue así como dispuso que dos ejércitos salieran de Lima, uno por tierra a las órdenes de Francisco de Carvajal, el famoso Demonio de los Andes, y otro por mar en dos navíos a las órdenes del mismo Gonzalo Pizarro con 150 soldados. Con él iba el oidor Cepeda. El anciano oidor Ortiz de Zárate, completamente achacoso, quedó en Lima. De esta forma, la real audiencia quedó desecha, ya que anteriormente Lisón de Tejada había sido enviado por Pizarro a España. Hay que manifestar sin embargo que el rey había autorizado a Blasco Núñez a formar audiencia aunque sea con un solo oidor, y eso es lo que había venido haciendo con el oidor Juan Álvarez en Piura.
Gonzalo Pizarro desembarcó con sus tropas en Santa y por tierra marchó a Trujillo. Ahí juntó sus fuerzas con las de Carvajal y juntos salieron hacia Collique (Chiclayo) en donde pasaron revista al ejército que ya contaba con 600 hombres..
Pizarro desde ese lugar, envió instrucciones a Rodrigo Ocampo, el traidor maestre de campo del virrey, para que en el mismo San Miguel diera muerte a Blasco Núñez.
Entre Jayanca y Motupe, se encontraba una tropilla realista al mando de Juan Velásquez Vela Núñez, la que al saber de la proximidad de las fuerzas de Gonzalo Pizarro se retiró rápidamente hacia Piura y dio cuenta al virrey.

CORRERÍAS DE BOCHICAO ARRIBA

Hernando de Bochicao que había tomado Panamá, cometió una gran cantidad de crímenes y robos, por lo que la población quedó predispuesta en contra de Pizarro. Se tramó una conspiración para asesinar a este indigno hombre y entre los comprometidos estaba Bartolomé Pérez, el marino que había capturado en Tumbes y que en Paita se plegó a Blasco Núñez. Descubierto el complot, hizo dar muerte a varios entre ellos a Pérez.
Cuando Gonzalo Pizarro salía de Trujillo, lo mismo hacía Bochicao de Panamá. Retornaba con una flota de 26 barcos de todo tamaño, cargado de riquezas, producto de hurtos y con 400 hombres.
Al llegar a Tumbes, pensó en desembarcar para atacar y saquear Quito y cortar también la retirada al virrey que supo estaba en Piura. El virrey trató de ganarse a Bochicao, pero este rechazó la oferta. Fue uno de los pocos actos de lealtad que mostró este feroz individuo.

EL VIRREY ABANDONA SAN MIGUEL DE PIURA ARRIBA

Blasco Núñez de Vela, en algún momento pensó en atrincherarse en Piura, pero ante el riesgo de ser cercado entre las fuerzas de Bochicao y de Gonzalo Pizarro optó por retroceder hasta Quito en donde podía recibir ayuda de Benalcazar.
A Piura había llegado un soldado portugués apellidado Oliveira el cual se decía desertor de las tropas de Pizarro. Pero el virrey sospechó que se trataba de un espía por cuyo motivo dispuso que Rodrigo de Ocampo lo redujera a prisión y le aplicara tormento para hacerlo hablar. No acató el maestre de campo la orden y esto aumento la sospecha del virrey de la complicidad de Ocampo. Por el momento disimuló la desobediencia y dispuso la vigilancia del capitán Jerónimo La Serna que también se había mostrado muy sospechoso.
Cuando el virrey decidió evacuar San Miguel de Piura y retirarse a Cajas para de ahí pasar a Ayabaca y Quito. Ya los ejércitos de Pizarro estaban muy próximos.

PIZARRO MARCHA A PIURA ARRIBA

Estando Gonzalo Pizarro en Motupe, dividió sus fuerzas en dos grupos. Una menor al mando del capitán Juan de Acosta, debía de seguir por la costa y tomar Piura que había sido abandonada por el virrey, mientras que la fuerza principal mandada por Pizarro se dirigía a Serrán para de ahí internarse por las serranías en persecución de Blasco Núñez de Vela.
Con relación al avance de Gonzalo Pizarro sobre Piura, el Inca Gracilazo de la Vega dice lo siguiente:
“Cuando Pizarro en aquella provincia de Collique y en sus comarcas, hizo gran diligencia para recoger muchos bastimentos y cosas necesarias para su ejército, especialmente porque había de pasar por un despoblado de más de 20 leguas de largo, que en todas ellas no hay agua ni refrigerio alguno, sino mucho calor. Para impedir el peligro tan evidente, hizo gran diligencia en que se proveyese de agua para el camino. Mandó a todos los indios comarcanos que trajesen gran cantidad de cántaros y tinajas; dejando allí todas las cargas de la gente de guerra, de vestidos, ropas y camas, que no les eran necesarias, proveyó que los indios que habían de llevar aquellas cargas fuesen cargados de agua para el bastimento de aquel despoblado, así para los caballos y otras bestias, como para sus personas.
Cargaron los indios y se pusieron todos a la ligera, sin llevar ningún servicio, porque el agua que no les faltaron, y puestos así a punto enviaron delante veinticinco de a caballo por el camino ordinario.”
Hasta aquí el relato del Inca Garcilaso de la Vega.
Como se puede apreciar, una vez más los indios, completamente subyugados, son utilizados sin miramiento de ninguna clase, como bestias de carga.
Cuando el virrey dejó Piura, algunos soldados y oficiales no quisieron seguirlo. Los pizarristas tomaron a varios prisioneros y Carvajal dispuso fueran ahorcados. Si embargo el contador Alonso Rangel logró librarse del suplicio entregándole al Demonio de los Andes una buena cantidad de oro y de plata. El feroz capitán pizarrista era muy venal y lo único que lo ablandaba era el dinero.

PERSECUCIÓN DEL VIRREY ARRIBA

Gonzalo Pizarro entregó el mando de su vanguardia a Carvajal para que diera caza al virrey.
La traición de Rodrigo Ocampo se hacía cada vez más notoria y eso lo notó el virrey
En Cajas desertaron de las filas realistas los capitanes Jerónimo Castilla y Lope de Urrea. Muy diferente fue la actitud del capitán Cristóbal de Mosquera que solicitó permiso del virrey para dejar sus filas pretextando que tenía urgencia de ir a ver a su hermano que estaba gravemente enfermo. El capitán Jerónimo de La Serna, creyendo que Mosquera iba a reunirse con Pizarro, le encargó que lograse para él, perdón de Gonzalo a fin de pasarse a sus filas. El capitán Mosquera se decidió al fin, confesar a Francisco Hernández de Girón todo el complot existente, para traicionar al virrey y aún matarlo.
Mientras tanto Rodrigo Ocampo propuso al virrey entrar en tratos con Gonzalo Pizarro, ofrecerle una buena suma y persuadirlo que se fuera a España. El virrey aparentó aceptar el plan para darse un respiro en el acoso a que se veía sometido por las tropas de Pizarro, pero sin confiar en el éxito del plan y más bien aumentó sus sospechas contra Ocampo. Se nombró entonces una comisión para entrevistar a Pizarro, la misma que fue interceptada por Carvajal, que procedió a colgar a todos de un árbol.
El virrey, considerando que muchos de sus soldados no resistían la agitada campaña en la sierra de Ayabaca, los fue licenciando y sólo se quedó con un puñado de 80 hombres. En forma muy extraña, Carvajal, a medida que avanzaba, hacía tocar sus clarines, lo que advertido por el virrey, hacía que éste apurase la marcha.
En Ayabaca, Carvajal apresó a Antonio Carrillo, que logró la libertad pagando fuerte suma. Con el correr de los años, este Carrillo incitó a rebelarse a Hernández de Girón. Carvajal en su avance capturaba a los rezagados del virrey y a todos les dio muerte. Entre ellos estaban, un tal Montoya vecino principal de San Miguel; Rafael Vela, un Balcázar y un vecino principal de Puerto Viejo apellidado Briceño. Gonzalo Pizarro quedó muy disgustado de la forma como Carvajal conducía la vanguardia y lo reemplazó por Benito Suárez de Carvajal, al cual se juntó Juan de Acosta con 60 hombres de a caballo
El virrey hizo seguir proceso sumario por traición a los capitanes Jerónimo de La Serna y Gaspar Gil, siendo ejecutados. Al fin el virrey logró distanciarse de sus perseguidores y llegó a Tumibamba, en donde permaneció dos días, reuniendo a los grupos dispersos de sus soldados. En esta ciudad dispuso que su oidor Juan Álvarez abriera juicio contra Rodrigo y Diego Ocampo, siendo ambos sentenciados a muerte. A maestre de campo se le dio garrote, pero a Diego se le perdonó la vida ya que juró ser fiel en lo sucesivo al virrey


INTRIGAS EN EL CAMPAMENTO DE PIZARRO ARRIBA

Antes de internarse en el territorio de Quito, Gonzalo Pizarro reunió a sus capitanes para tomar consejo. Diego de Maldonado, fue de opinión de que se sometieran a la obediencia del rey, lo cual irritó a Pizarro y Carvajal y se le mandó a callar. Maldonado era uno de los que huyó del Cuzco cuando Blasco Núñez de Vela arribó a Lima, puesto que no quería seguir a Pizarro. Cuando posteriormente Pizarro ingresó a Lima, Carvajal persiguió a Maldonado con una soga para ahorcarlo por traidor, librándose de morir por las influencias que tenía el perseguido. Lo mismo sucedió con Benito Suárez de Carvajal a quien ya Carvajal había puesto la soga al cuello.
Por la noche apareció en la casa de Gonzalo Pizarro, una carta anónima, en que le dan consejos, en forma tal que le causó tremendo desagrado. Las sospechas lógicamente recayeron lógicamente en Maldonado, el cual fue puesto en tormento por Carvajal sin lograr que confesara. Bochicao en cambio sospechaba del licenciado Rodrigo Niño, el cual fue acorralado por varios españoles puñal en mano, terminado por confesar ser el autor. Gonzalo Pizarro pidió disculpas a Maldonado y desterró a Niño.

EL VIRREY LLEGA A QUITO ARRIBA

Gómez de Estacio, uno de los que se unió al virrey cuando desembarcó en Tumbes, apareció en Quito y dijo que era perseguido por Bochicao que marchaba también rumbo a esa ciudad. Pretendió entonces que se pusiera a sus órdenes las fuerzas leales que había en esa ciudad pero el alcalde Diego Torres se negó a ello. Mientras tanto el virrey había tomado conocimiento de las pretensiones de Estancio y sabiendo que pensaba sustraer las fuerzas de Quito para ponerlas a disposición de Pizarro, ordenó que se adelantara el capitán Francisco Hernández Girón y lo neutralizara, lo que así hizo. Cuando Blasco Núñez llegó a Quito sometió a Estancio a consejo de guerra y lo condenó a muerte, lo mismo que a Álvaro Carvajal y otro oficial de apellido Ojeda.
En Quito, el virrey volvió a pedir asistencia a Benalcazar, el cual le envió al valiente capitán Juan Cabrera con un contingente de soldados. El virrey siguió avanzando hasta Popayán, pero Benalcazar no podía darle mayor ayuda por estar comprometido a una guerra a muerte con irreductibles indios salvajes. A poco de salir Blasco Núñez de Vela a Quito, la ciudad fue ocupada por las huestes de Gonzalo Pizarro que en conjunto sumaban 700 hombres
El virrey sólo contaba con 400 hombres y nombró como maestre de campo al capitán Juan de Cabrera. Luego mandó ahorcar a Oliveira ya que se le llegó a comprobar que tenía intención de asesinar al virrey.
Pizarro en determinado momento avanzó con su ejército hacia el norte para seguir persiguiendo al virrey pero consideró que era más prudente permanecer en Quito y retornó a la ciudad.
En esos días supo Pizarro que el capitán Diego Centeno se había sublevado al sur del Perú y dispuso que Francisco Carvajal partiese para combatirlo. Este tomó sólo 12 hombres de su entera confianza y partió al Perú en octubre de 1545.
Un tránsfuga del ejército se presentó a Pizarro con la clave secreta que utilizaba Blasco Núñez en sus comunicaciones. Pizarro recurrió a un ardid, hizo creer mediante la clave de que partía al Perú para combatir a Centeno y que en Quito sólo quedarían Puelles con 300 hombres. El virrey cayó en la trampa

IÑAQUITO ARRIBA

El 1º de enero de 1546 salió el virrey de Pasto rumbo a Quito, con 400 soldados, mientras que Pizarro contaba con doble fuerza y había salido de la ciudad para esperarlo en una zona inexpugnable. Sin embargo, el virrey con hábiles maniobras logró penetrar a la ciudad, que estaba desierta y empobrecida. Tanto Benalcazar como el virrey comprendieron que su casa estaba perdida, por cuyo motivo aquel propuso entrar en tratos con Pizarro. El virrey no aceptó la propuesta manifestando que con traidores ni hay palabra, ni la guardan y que si el rey lo había hecho caballero, tenía que pelear como tal y así servir a su Dios y a su rey.
Un sacerdote, Jacobo Ricke, aconsejó al virrey refugiarse en su convento de Quito y disponer que Benalcázar con las tropas se retirase hacia Popayán, pero el valeroso anciano, no obstante que sabía que no tenía ninguna esperanza de triunfo, prefirió luchar. Fue así como las mismas tropas reales iniciaron el ataque. Aún dada la desproporción numérica, de ánimo y abastecimiento, la batalla duró más tiempo de lo previsto. Murieron en la acción 50 realistas y 20 pizarristas, pero éstos después de la batalla mataron a 70 más, en una acción sin nombre.
El viejo virrey luchó como bravo y vendió cara su vida. Varios pizarristas cayeron bajo el golpe de su espada, entre otros el capitán Alonso Montalvo. El virrey cayó cuando recibió un golpe de hacha que le dio Hernando Torres de Arequipa. Blasco Núñez ya había roto su lanza. Se encontraba mal herido y estaba confesándose con el sacerdote Francisco Herrera, cuando se le acercó Benito Suárez de Carvajal, hermano de Illán matado en Lima por el Virrey. El capitán Benito había estado buscando a Blasco Núñez por todo el campo de batalla entre los caídos. El vengativo español iba a darle muerte con su propia mano, pero como se le afeara ese cobarde comportamiento con un caído, ordenó a un esclavo morisco que tenía a su servicio que le cortase la cabeza. Así eliminaban sin escrúpulos antiguamente, obligando hacer a los esclavos lo que suponían no era digno hacerlo por sí mismo. A la cabeza cercenada le fue taladrado el labio inferior por donde le pasaron una cuerda, que arrastró Suárez de Carvajal, mientras el esclavo pregonaba, que así se había hecho justicia con un traidor. ¡Así de errado era el concepto de lealtad!
La cabeza del virrey fue luego puesto en la picota en Quito. Este salvaje e indigno proceder fue desaprobado por Gonzalo Pizarro, que ordenó se juntaran los restos y se le tributaran honras fúnebres como correspondía a su alta investidura. Hubo también un cobarde capitán pizarrista, Juan de la Torre que arrancó las barbas de la cabeza del virrey y con ellas se hizo un penacho para su gorra. Como se puede apreciar, nada tenían que criticar estos representantes de un mundo que se suponía civilizado, cuando simulaban escandalizarse porque los indios, hacían tambores con la piel de sus vencidos.
Este capitán Juan de la Torre y Villegas llamado el madrileño, era un sujeto ruin, malvado y felón. Con anterioridad había traicionado al pariente del virrey, el capitán Vela Núñez del que era su amigo, cuando un año antes había estado en Lima. Su vida fue una sucesión de ruindades, hasta que la Gasca, lo apresó en la acción de Jaquijaguana y lo hizo ahorcar en el Cuzco. Este Juan de la Torre, no es el mismo, que tuvo por sobre nombre “el viejo” y que fuera uno de los 13 del Gallo, a quien Francisco Pizarro castigó en San Miguel por injustificadas sospechas y posteriormente fue siempre fiel al rey. Tampoco tiene que ver el “madrileño” con Juan de la Torre “el mozo” que por participar en la rebelión de Hernández de Girón fue ajusticiado después.
Antes de la batalla de Iñaquito desertaron de las filas del virrey, el incorregible Diego Ocampo y los desleales capitanes Bazas, Ahumada, Cepeda, Luis Vargas y otros
Murieron en el campo de batalla defendiendo la causa del rey, el leal capitán Juan de Cabrera, lo mismo que Sancho Sánchez Dávila y los capitanes Zamudio, Gallegos y Seguro.
Resultaron heridos el oidor Álvarez, que no obstante su edad y achaques luchó como todo un valiente, así como Sebastián de Benalcázar, Montemayor, Hernández Girón, Campomanes, Delgadillo, García Torres, Gaspar Mejía, Ballón, Diego de Torres y otros.
El indigno y cobarde oidor Cepeda, hizo ahogar a su colega Juan Álvarez. Los capitanes Heredia, Antón y Bello fueron ahorcados por orden de Pizarro. Los capitanes Diego de Torres, Tapia, Sancho de Carrera y Sarmiento que se habían refugiado en un templo de Quito, fueron extraídos de él y ahorcados.
Parece que el capitán Diego de Torres estuvo en la fundación de San Miguel y permaneció en esa ciudad, pues no se encuentra en la relación del reparto en Cajamarca..
El hecho es que acompañó a Benalcázar cuando éste marchó sobre Quito y en 1539 Torres fue nombrado teniente gobernador de San Francisco de Quito, donde recibió también una encomienda.
Durante su permanencia en San Miguel, el capitán Torres había sido regidor y tenido un hijo que fue el capitán Juan Torres de Calderón, tesorero de la Santa Cruzada de Trujillo.
Diego de Torres fue destituido de su cargo en Quito, por Lorenzo Aldana, partidario de Gonzalo Pizarro, pero posteriormente fue nombrado alcalde de la ciudad, cargo en que lo sorprendió la llegada del virrey fugitivo, al cual dio recibimiento y apoyó como leal súbdito del rey. Tomó parte en la batalla de Iñaquito y después de la derrota se refugió con otros capitanes en el sagrario de la catedral de donde lo sacaron los partidarios de Gonzalo Pizarro, sin respetar los fueros de la Iglesia como santo lugar de asilo.
Su hijo el capitán Juan de Torres y Calderón fue principal vecino de Trujillo. Entre sus descendientes están los Ramírez Loredo y el conde de San Javier
La acción de Iñaquito se realizó el 18 de enero de 1546

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